Los Errores del Constructivismo, por F. A. Hayek
BY: PEDRO DONAIRE - IN: FH, FILOSOFIA, POLITICA, SOCIOLOGIA - 0 COMENTARIOS
Referencia: CEP Centro de Estudios Públicos .
. "Los Errores del Constructivismo", por Friedrich A. Hayek
Como lo señala el propio autor desde un comienzo, el
propósito de este ensayo es ajustar cuentas con uno
de los más extendidos errores científicos provenientes
del racionalismo cartesiano. Bajo su influjo, distintos
pensadores de esta época tienden a representar las
formaciones sociales no sólo como un producto
deliberado de la voluntad humana sino, además, como
una construcción o tejido que el individuo y las
ciencias pueden moldear o modificar a su antojo. Los
efectos de esta suerte de voluntarismo utilitario se
han hecho sentir en un amplio abanico de disciplinas y
convicciones que se han abierto camino en la
sociología, las ciencias políticas, la economía, el
derecho e incluso en la sicología. Desde luego al
fenómeno no son ajenas las pretensiones de
reinventar y redefinir desde sus cimientos el orden
existente en la sociedad, haciendo absoluta
abstracción de los valores, supuestos y consensos
sobre los cuales ese orden descansa.
El planteamiento de Hayek no es ni mucho menos una exhortación a dejar las cosas
como están o a suscribir de manera acrítica los principios y valores heredados. Por el
contrario, su reflexión entrega orientaciones que son valiosas para iluminar acciones
transformadoras de la sociedad que sean factibles al mismo tiempo que eficaces.
* Este ensayo corresponde a la conferencia pronunciada por el autor el 27 de
enero de 1970, con ocasión de asumir una cátedra de profesor visitante en la
Universidad Paris-Lodron de Salzburgo. El texto —omitiendo dos párrafos
introductorios de relevancia absolutamente circunstancial— fue publicado en
Munich en 1970 bajo el título Die I rrtumer des Konstruktivismus und die
Grundlagen legitimer Kritik gesellschaftlicher Gebilde. En 1975 fue reimpreso
en T übinga. La presente traducción tuvo por base la versión en inglés incluida,
como primer capítulo, en el libro New Studies in Philosophy, Politics,
Economics and the History of I deas (T he University of Chicago Press, Chicago
y Londres, 1978).
..............
LOS ERRORES DEL CONSTRUCTIVISMO
por Friedrich A. Hayek
Friedrich A. Hayek |
1. Me pareció necesario introducir el término
"constructivismo" (1) para designar
específicamente un modo de pensar que en forma engañosa ha sido a
menudo
descrito en el pasado como "racionalismo". (2)
(1) Ver mi conferencia en T okio en 1964 sobre "Kinds of
Rationalism", en
Studies in Philosophy, Politics and
Economics, Londres y Chicago, 1967.
(2) Me he encontrado con referencias ocasionales al hecho de que
el adjetivo
"constructivista" era un término favorito de W. E.
Gladstone, pero no he
logrado hallarlo en sus obras publicadas. Más recientemente ha
sido usado
para describir un movimiento artístico donde este significado no
es ajeno al
concepto discutido aquí. Ver T he T
radition of Constructivism, de Stephen
Bann, Londres, 1974. Quizá, para demostrar que usamos el término en
un
sentido crítico, "constructivístico" sería mejor que
"constructivista".
.............................
La concepción básica de este constructivismo puede ser quizás
expresada en la
forma más simple por la fórmula, aparentemente inocente, que
expresa que,
habiendo creado el hombre las instituciones de la sociedad y de la
civilización, debe
ser también el mismo hombre capaz de alterarlas a su voluntad para
satisfacer sus
anhelos o deseos. Hace ya casi 50 años desde que, con gran
impresión, oí por
primera vez de esta fórmula. (3)
(3) En una conferencia dictada por W. G. Mitchell en la
Universidad de
Columbia en el año 1923. Si tuve alguna vez reservas sobre esta
aserción, fue
principalmente debido a la discusión de los efectos de la
"acción no
reflexionada" en la obra de Carl Menger, Untersuchungenüber
die Methoden der
Socialw issenschaften und der politischen
ökonomie insbersondere, Leipzig,
1883.
........................
En un principio la consabida frase que el hombre "creó"
su civilización y sus
instituciones puede aparecer como algo inocuo y trivial. Pero
apenas se amplía,
como se hace frecuentemente para significar que el hombre era
capaz de hacerlo
porque estaba dotado de razón, las implicaciones son
cuestionables. El hombre
carecía de razón antes de la civilización. Ambas evolucionaron
juntas. Nos basta
considerar el lenguaje, que hoy día nadie piensa que fue
"inventado" por un ser
racional, para ver qué razón y civilización se desarrollan en
constante interacción
mutua. Pero aquello que ahora no cuestionamos en relación al
lenguaje (aun cuando
esto es comparativamente reciente) no es de modo alguno aceptado
respecto de la
moral, la ley, las destrezas de la artesanía o de las
instituciones sociales. Estamos
aún fácilmente propensos a dar por sentado que estos fenómenos,
que son
evidentemente el resultado de acciones humanas, también deben
haber sido
concebidos por una mente humana en circunstancias creadas para los
objetivos que
le son útiles, es decir, que son lo que Max W eber llamaba los
productos
wertrationale (4). En síntesis, se nos induce erróneamente a
pensar que la moral, la
ley, las artes y las instituciones sociales pueden justificarse
sólo en cuanto
correspondan a un propósito preconcebido.
(4) Ver Wirtschaft und Gesellschaft, de Max Weber, T übinga, 1921,
capítulo I ,
párrafo 2, del cual obtenemos, sin embargo, poca ayuda, ya que los
"valores"
a los cuales se refiere la discusión pronto se reducen en efecto a
objetivos
conscientemente perseguidos.
.......................
Es significativo que esto sea un error que cometemos sólo en
relación con los
fenómenos de nuestra civilización. Si un etnólogo o un antropólogo
social intenta
comprender otras culturas, no duda de que sus miembros no tienen
frecuentemente
ninguna idea de la razón por lo cual observan reglas específicas,
o de qué depende
ello. Sin embargo, la mayoría de los teóricos sociales modernos
son generalmente
reacios a admitir que esto mismo se aplica a nuestra civilización.
Tampoco sabemos
con mucha frecuencia cuáles son los beneficios que derivamos de
las costumbres de
nuestra sociedad, y tales teóricos consideran el asunto meramente
como una
deficiencia lamentable que debería ser eliminada lo más pronto
posible.
2. En una breve disertación no se puede trazar la historia de
estos problemas que he
señalado en los últimos años (5). Sólo mencionaré que ya eran
familiares a los
antiguos griegos. La dicotomía misma entre las estructuras de lo
"natural" y lo
"artificial", que introdujeron los antiguos griegos, ha
dominado esta discusión por
dos mil años. Esta distinción de los griegos entre lo natural y lo
artificial,
desgraciadamente, ha llegado a ser el mayor obstáculo para todo
progreso ulterior,
ya que, interpretada como una alternativa excluyente, no sólo es a
mbigua sino, aun
más, definitivaente falsa. Como fue claramente discernido por los
filósofos sociales
escoceses del siglo XVIII (aun cuando los últimos doctos ya lo
habían parcialmente
percibido), una parte importante de las estructuras sociales, incluso
siendo el
resultado de la acción humana, no era sin embargo fruto de
concepción humana. La
consecuencia es que tales estructuras, según los términos
tradicionales, no podían
ser descritas como "naturales" o como
"artificiales".
(5) Ver en especial mis ensayos sobre "Los resultados de la
acción humana
que no es de concepción humana" y "La filosofía jurídica
de David Hume" en
Studies in Philosophy, Politics and Economics y también mi
conferencia sobre
el "Dr. Bernard Mandeville", publicada en este libro.
.............................
El inicio de una interpretación correcta de estas circunstancias
durante el siglo XVI
se extinguió, sin embargo, en el siglo XVII, cuando surgió una
poderosa nueva
filosofía, el racionalismo de René Descartes y sus discípulos, del
cual derivan todas
las formas modernas del constructivismo. Desde Descartes el asunto
fue retomado
por esa irracional "Edad de la Razón", completamente
dominada por el espíritu
cartesiano.
Voltaire, el más grande representante de la así llamada "Edad
de la Razón", formuló
el espíritu cartesiano en su famosa afirmación: "Si queréis
buenas leyes, quemad
aquellas que tenéis y dictaos otras nuevas" (6). Contra
semejante convicción, el
gran crítico del racionalismo, David Hume, sólo pudo elaborar
lentamente los
fundamentos de una teoría verdadera del crecimiento de las
estructuras sociales, la
cual fue más desarrollada por sus compatriotas escoceses Adam
Smith y Adam
Ferguson, en una teoría de los fenómenos que sería "el
resultado de la acción
humana, pero no de la concepción humana".
(6) Voltaire, Dictionnaire Philosophique, s.v. "Loi"
reimpreso en Oeuvres
Philosophiques de Voltaire, ad. Hachette, París, sin fecha, XVI I
I , p. 432.
.....................
Descartes había enseñado que sólo deberíamos creer en lo que se
puede probar.
Aplicada en forma general al campo de la moral y de los valores,
su doctrina significó
que sólo deberíamos aceptar como obligatorio aquello que
pudiéramos reconocer
como una concepción racional para un propósito reconocible. No
decidiré hasta qué
punto él evadió dificultades mediante la representación de la
insondable voluntad de
Dios como creador de todo fenómeno intencional (7). Para sus
sucesores esto llegó a
ser ciertamente una voluntad humana, que consideraban como la
fuente de todas las
formaciones sociales, cuya intención debía proveer la
justificación. La sociedad se le
presentaba como una construcción deliberada del hombre para servir
un propósito
premeditado, lo que se muestra con más claridad en los escritos
del fiel discípulo de
Descartes, Jean Jacques Rousseau (8) La creencia en el poder
ilimitado de una
autoridad suprema necesaria, en particular de una asamblea
representativa, y por lo
tanto, la creencia en que la democracia significa necesariamente
el poder ilimitado
de la mayoría, son consecuencias nefastas de este constructivismo.
(7) Descartes era algo reticente sobre sus opiniones acerca de
problemas
políticos y morales y sólo escasamente estableció la consecuencia
de sus
principios filosóficos para estos problemas. Pero compara el
famoso pasaje al
principio de la segunda parte del Discours de la Méthode donde
escribe: "Creo
que si Esparta fue tan floreciente en otros tiempos, no a causa de
su
excelencia de cada una de sus leyes en particular, dado que muchas
de ellas
eran bastante extrañas y más aun contrarias a las buenas
costumbres; sino
que, habiendo sido éstas creadas por una sola persona, tendían a
un mismo
fin". Las consecuencias de la filosofía cartesiana acerca de
la moral están bien
expuestas en Descartes et la Morale de Alfred Espinas, París,
1925.
(8) Cf. R. Derathé, Le Racionalisme de J. J. Rouseau, París, 1925.
........................
3. Probablemente veréis más claramente lo que quiero decir por
"constructivismo" si
cito la afirmación característica de un conocido sociólogo sueco,
que encontré
recientemente en las páginas de un popular diario alemán de
ciencia: "El objetivo
más importante que se ha fijado la sociología", escribió,
"es predecir el desarrollo
futuro y darle forma (gestalten), o si uno prefiere expresarlo de
otra manera, crear el
futuro de la humanidad" (9). Si una ciencia plantea tales
afirmaciones, ello implica
evidentemente asumir la totalidad de la civilización humana, y
todo lo que hemos
logrado hasta ahora, como una construcción racional deliberada.
(9) T orgny T . Segerstedt,
"Wandel der Gesellschaft", Bild der Wissenschaft,
Vol. VI , N° 5, mayo, 1969, p. 441. Ver también del mismo autor
Gesellschaftliche Herrschaft als soziologisches Konzept, Neuw ied
y Berlín,
1967. He dado anteriormente (en La Contrarrevolución de la
ciencia, Chicago,
1952) ejemplos extraídos de las obras de L. T . Hobhouse y de Karl
Mannheim
sobre la idea constantemente recurrente de que la humanidad o la
razón se
determinan en sí mismas, pero jamás esperé encontrar la aserción
explícita de
que "el hombre es capaz, y ahora más que nunca antes, de
levantarse a sí
mismo sin ayuda de otros", como lo dice un representante de
tal opinión, el
sicólogo B. F. Skinner (La libertad y el control de los hombres,
en T he
American Scholar, Vol. XXVI , N° 1,
1955-1956, p. 49). El
lector encontrará la
misma idea en una aseveración del siquiatra G. B. Chisholm, que
citaré
posteriormente.
.................................
Es suficiente por el momento mostrar que esta interpretación
constructivista de las
formaciones sociales no es en ningún sentido una mera especulación
filosófica
inofensiva, sino una afirmación de hecho, de la cual se derivan
conclusiones que
conciernen tanto a la explicación de los procesos sociales como a
las oportunidades
para la acción política. Esta explicación, factualmente errónea,
de la cual el
constructivismo deriva consecuencias y exigencias de tan largo
alcance y
requerimientos, parece obligar a aceptar que el complejo orden de
nuestra sociedad
moderna se debe exclusivamente a la circunstancia de que los
hombres han sido
guiados en sus acciones por la prudencia, por una comprensión de
la conexión causa
y efecto, o que por lo menos puede haber surgido a partir de un
diseño. Lo que
quiero demostrar es que los hombres nunca están guiados en su
conducta
exclusivamente por la comprensión de las conexiones causales entre
los medios
específicos conocidos y ciertos objetivos deseados, sino que
también lo están por
reglas de conducta de las cuales rara vez están conscientes, y que
por cierto no
inventaron conscientemente; adjudicar la función y su significado
es una tarea difícil
del esfuerzo científico, sólo parcialmente lograda. Expresándolo
en forma diferente,
significa que el éxito del esfuerzo racional (el zweckrationales
Handeln de Max
W eber) en su mayor parte es debido a la observancia de valores,
cuyo papel en
nuestra sociedad debería ser distinguido cuidadosamente de los
objetivos buscados
deliberadamente.
Sólo puedo mencionar brevemente que el éxito ulterior del
individuo en el logro de
sus metas inmediatas depende no sólo de su comprensión consciente
de las
conexiones causales, sino también, en alto grado, de su habilidad
para actuar
conforme a reglas, las cuales puede ser incapaz de expresar en
palabras, pero que
nosotros podemos describir sólo mediante la formulación de reglas.
Todas nuestras
habilidades, desde el manejo del lenguaje hasta la maestría
artesanal o los juegos
—acciones que "sabemos cómo" desarrollar sin ser capaces
de establecer en qué
forma lo hacemos— son instancias de esto mismo (10). Las menciono
aquí sólo
porque la acción de acuerdo con las reglas —que no conocemos
explícitamente y que
no fueron diseñadas por la razón, pero que prevalecen porque la
manera de actuar
de aquellos que tienen éxito es imitada— es quizá más fácil de
reconocer en estas
instancias que en el campo directamente relevante a mis intereses
actuales.
(10) Ver mi ensayo "Rules, perception
and intelligibility" en Studies on
Philosophy, Politics and Economics.
.............................
Las reglas que estamos discutiendo son aquellas que no son tan
útiles para los
individuos que las observan, como las que (si son observadas
generalmente) hacen
más efectivos a todos los miembros del grupo porque les dan
oportunidades para
actuar en el contexto de un orden social. Estas reglas no son
principalmente el
resultado de una elección deliberada de medios para objetivos
determinados, sino
de un proceso de selección, en el curso del cual los grupos que
habían alcanzado un
orden más eficiente, desplazaron a (o eran imitados por) otros, a
menudo no
sabiendo a qué se debía su superioridad. Este grupo social de
reglas incluye las
reglas legales, morales, de costumbres, etc., y de hecho todos los
valores que rigen
a una sociedad. El término "valor", que por falta de
otro mejor deberé seguir usando
en este contexto, es en realidad un poco engañoso, ya que tendemos
a interpretarlo
como referido a los objetivos particulares de la acción
individual, mientras que en los
campos a que me refiero, apunta principalmente a reglas que no nos
dicen en forma
positiva qué debe hacerse, sino que, más bien, en la mayoría de
los casos, nos
indican meramente aquello que no debemos hacer.
Estos tabúes de la sociedad, que no están basados en ninguna
justificación racional,
han sido el tema favorito de burla para los constructivistas,
quienes desean verlos
desterrados de cualquier orden de la sociedad diseñado
racionalmente. Entre los
tabúes que han tenido mayor éxito en destruir están el respeto a
la propiedad
privada y a la observancia de los contratos privados, a raíz de lo
cual algunos dudan
si podrá restablecerse la consideración por ellos. (11)
(11) Cf. por ejemplo Beyond the Welfare
State, de Gunnar Myrdal, Londres,
1969, p. 17: "Los importantes tabúes de la propiedad y el
contrato, tan
básicos para una sociedad liberal estable, se debilitaron
forzosamente cuando
se permitió que se produjeran grandes cambios en el valor real de
las
monedas corrientes" y análogamente en la p. 19: "Los
tabúes sociales no
podrán establecerse nunca por decisiones basadas en la reflexión y
la
discusión".
........................
Para todos los organismos, sin embargo, es más importante saber lo
que no deben
hacer, si quieren evitar peligros, que saber lo que deben hacer
para alcanzar fines
específicos. La primera forma de conocimiento no es generalmente
un conocimiento
de las consecuencias que produciría el tipo de conducta prohibida,
sino un
conocimiento de que, en ciertas condiciones, algunos tipos de
conducta deben ser
evitados. Nuestro conocimiento positivo de causa y efecto sólo nos
ayuda en los
campos en que nuestra relación con las circunstancias particulares
es suficiente; y es
importante que no nos movamos más allá de la región donde el
conocimiento pueda
guiarnos con seguridad. Esto se logra mediante reglas que, sin
tomar en cuenta las
consecuencias en cada caso particular, prohiba en forma general
las acciones de
cierto tipo. (12)
(12) Estos problemas han sido tratados más extensamente en mi
conferencia
sobre "Rechtsordnung und
Handelnsordnung" en E. Streissler (ed), Zur
Einheit der Rechtsund Staatsw
issenschaften, Karlsruhe, 1967; reimpreso en
mi Freiburger Studien, T übinga, 1969, como asimismo en mi Law ,
Legislation
and Liberty, Vol. I , Rules and Order,
Londres y Chicago, 1975.
.......................
Se ha enfatizado repetidamente en el pensamiento actual que en ese
sentido el
hombre es un animal no solamente que busca objetivos, sino también
sigue reglas
(13- R. S. Peters, The Concepts of Motivation,
Londres, 1958, p. 5.). Para
entender lo
que se quiere decir con esto debemos ser muy claros respecto del
significado
vinculado a la palabra "regla" en este contexto. Es
necesario serlo porque estas
reglas de conducta principalmente negativas (o prohibitivas) que
hacen posible la
formación del orden social, son de las tres clases que enumeraré a
continuación:
1. Reglas que se observan de hecho, pero que nunca han sido
afirmadas de
palabra; si hablamos de "sentido" de la justicia o de
"sensibilidad ante el lenguaje",
nos referimos a aquellas reglas que podemos aplicar, pero que no
conocemos
explícitamente;
2. Reglas que a
pesar de haber sido establecidas en palabras, todavía expresan
simplemente en forma aproximada, lo que desde hace tiempo ha sido
observado en
la acción, y
3. Reglas que han
sido introducidas deliberadamente y, por lo tanto, existen
necesariamente como palabras dispuestas en frases.
Los constructivistas quisieran rechazar el primero y el segundo
grupo de reglas y
aceptar como válido sólo el tercer grupo que he mencionado.
4. ¿Cuál es, entonces, el origen de aquellas reglas que siguió la
mayoría, pero que
pocos o casi ninguno puede formular en palabras? Mucho antes que
Carlos Darwin,
los teóricos de la sociedad, y especialmente aquellos del
lenguaje, habían dado la
respuesta de que en el proceso de transmisión c ultural, en el
cual las formas
aceptadas de conducta se transmiten de generación en generación,
tiene lugar un
proceso de selección en el cual prevalecen aquellas formas de
conducta que llevan a
la creación de un orden más eficiente para todo el grupo, porque
tales grupos
prevalecerán sobre otros. (14)
(14) Ver sobre estos "Darw inianos antes de Darw in" en
las ciencias sociales,
mis ensayos "Los resultados de la acción humana que no es de
concepción
humana" y "La filosofía jurídica de David Hume", en
Studies in Philosophy,
Politics and Economics.
...............................
Un punto que necesita especial énfasis, ya que con tanta
frecuencia se
malinterpreta, es que, de ninguna manera, cualquier regularidad de
conducta entre
los individuos produce un orden aplicable para el total de la
sociedad. Por lo tanto,
la conducta regular individual no implica necesariamente un orden,
pero ciertas
regularidades en la conducta de los individuos llevan a un orden
válido para la
totalidad de ellos. El orden de la sociedad es, por lo tanto, un
estado de cosas real
que debe distinguirse de la regularidad de la conducta de los
individuos.
Esto debe definirse como una condición en la cual los individuos
son capaces, sobre
la base de su conocimiento peculiar respectivo, de crear
expectativas relativas a la
conducta de otros, las cuales se demuestran correctas haciendo
posible un ajuste
mutuo exitoso de las acciones de estos individuos.
Si cada persona al percibir a otra tratara de asesinarla o de
arrancar de ella, también
constituiría una regularidad de conducta individual, pero no
aquella que llevará a la
formación de grupos ordenados. Es bien claro que ciertas
combinaciones de reglas de
conducta individual pueden producir una clase de orden superior,
que permitirá que
algunos grupos se expandan a costa de otros.
Este efecto no presupone que los miembros del grupo sepan cuáles
reglas de
conducta otorgan superioridad al grupo, sino que meramente aceptarán
como
miembros a aquellos individuos que observan las reglas que el
grupo acepta
tradicionalmente. Esas reglas se enriquecerán con una cantidad de
experiencia de los
individuos, no conocida por los miembros actuales, pero que no
obstante los ayudará
más efectivamente a perseguir sus metas.
Este tipo de "conocimiento del mundo" que se transmite
de generación en
generación consistirá en gran medida no en el conocimiento de
causa y efecto, sino
de reglas de conducta adaptadas al medio ambiente, que actuarán
como información
sobre este medio ambiente a pesar de que no expliquen nada sobre
él. Al igual que
las teorías científicas, estas reglas subsisten al demostrarse
útile s, pero en
contraste con las teorías científicas lo hacen mediante una prueba
que no necesita
ser conocida porque se manifiesta en la flexibilidad y en la
expansión progresiva del
orden de la sociedad que hace factible. Es éste el verdadero
contenido de la idea tan
ridiculizada sobre la "sabiduría de nuestros ancestros",
incorporada en las
instituciones heredadas, y que juega un papel tan importante en el
pensamiento
conservador, pero que para el constructivismo aparece como una
frase hueca que no
significa nada.
5. El tiempo sólo me permite extenderme en torno a una de las
muchas
interrelaciones interesantes de este tipo, lo que explica al mismo
tiempo por qué un
economista se inclina especialmente a preocuparse de estos
problemas: la conexión
entre las reglas de la ley y el orden del mercado formado
espontáneamente. (15)
Este orden no es por supuesto el resultado de un milagro o de
alguna armonía
natural de intereses. Se forma a sí mismo porque, en el curso de
milenios, los
hombres desarrollan regías de conducta que llevan a la formación
de dicho orden que
está fuera de las actividades separadas de los individuos. El
punto interesante al
respecto es que los hombres desarrollaron estas reglas sin
entender verdaderamente
sus funciones. Los filósofos del derecho han dejado generalmente
de preguntarse
cuál es la "finalidad" de la ley, pensando que la
pregunta no tiene respuesta porque
ellos interpretan finalidad, objetivo como significación de
resultados particulares
previsibles, para los cuales se diseñaron las reglas. De hecho
esta "finalidad" es
para originar un orden abstracto —un sistema de relaciones
abstractas—, cuyas
manifestaciones concretas dependerán de una gran variedad de
circunstancias
particulares que nadie puede conocer en su totalidad. Esas reglas
de conducta justa
tienen por tanto un "significado" o "función",
que nadie les ha asignado y que la
teoría social debe tratar de descubrir.
(15) Cf. mi conferencia "Rechtsordnung und
Handelnsordnung", citada antes en
la nota 12.
.........................
El gran logro de la teoría económica fue que, 200 años antes de la
cibernética,
reconoció la naturaleza de tales sistemas de autorregulación, en
los cuales ciertas
regularidades (o quizá mejor, ciertas limitaciones) de la conducta
de los elementos,
llevaron a la adaptación constante del orden comprensivo a los
hechos particulares,
que afectan en primera instancia sólo a los elementos separados.
Un orden tal, que
lleva a la utilización de mucha más información de la que ninguno
posee, no puede
haber sido "inventado". Esto se deduce del hecho de que
el resultado no pudo haber
sido previsto. Ninguno de nuestros antepasados podría haber sabido
que la
protección de la propiedad y de los contratos llevaría a una
división extensiva del
trabajo, a una especialización y al establecimiento de mercados, o
que la extensión
a los extraños de las reglas que sólo eran aplicables a los
miembros de la misma
tribu tendería a la formación de una economía mundial.
Todo lo que podía hacer el hombre era tratar de mejorar poco a
poco un proceso de
actividades individuales mutuamente ajustables, reduciendo
conflictos a través de
modificaciones de algunas de las reglas heredadas. Todo aquello
que planeara
deliberadamente, sólo podía y pudo crear dentro de un sistema de
reglas que él no
había inventado, y con la finalidad de mejorar un orden existente
(16). Mediante un
mero ajuste de las reglas trató de mejorar el efecto combinado de
todas las demás
reglas aceptadas en su comunidad. En sus esfuerzos para mejorar el
orden
existente, nunca fue pues arbitrariamente libre para establecer
cualquier nueva regla
según su gusto, sino que siempre tuvo que resolver un problema
definido que surgía
de la imperfección del orden existente, pero de un orden que él
había sido incapaz
de construir como una totalidad. Lo que el hombre encontró fueron
conflictos entre
valores aceptados, cuyo significado sólo entendió parcialmente,
pero de cuyas
características dependían los resultados de muchos de sus
esfuerzos, y que podía
luchar aun más para adaptarse a ellos, aunque no podría jamás
volver a crear.
(16) Cf. a este respecto, K. R. Popper, La Sociedad abierta y sus
enemigos,
Princeton N. J., 1963, Vol. I , p. 64: "Casi todos los
malentendidos (de la
aserción de que todas las normas son hechas por el hombre) pueden
remontarse a un solo concepto erróneo, específicamente a la
creencia de que
"convención" implica arbitrariedad"; también el A T
reatise on Human Nature en
Works, de David Hume, ed. T . H. Green y T
. H. Grose, Londres, 1890, Vol. I I ,
p. 258: "A pesar de que las reglas de justicia sean artificiales,
ellas no son
arbitrarias. Ni tampoco es impropia la expresión que las denomina
Leyes de la
Naturaleza, que es común a todas las especies, o aun cuando
limitemos el
término como significado de lo que es inseparable de las especies.
........................
6. El aspecto más sorprendente del desarrollo actual es que
nuestro entendimiento,
sin duda aumentado por tales circunstancias, ha conducido a nuevos
errores.
Creemos, pienso con razón, que hemos aprendido a entender los
principios generales
que rigen la formación de órdenes tan complejos como el de los
organismos, los de
la sociedad humana o quizá también los de la mente humana. La
experiencia en
esos campos, en los cuales la ciencia moderna ha logrado sus más
grandes triunfos,
nos conduce a pensar que tales comprensiones nos darán rápidamente
dominio sobre
los fenómenos, y nos permitirán determinar deliberadamente los
resultados. Pero en
la esfera de los fenómenos complejos de la vida, de la mente y de
la sociedad,
encontramos una nueva dificultad. (17)
(17) Cf. mi ensayo sobre "T he T heory of the complex
phenomena" en Studies
in Philosophy, Politics and Economics. Para versión castellana ver "La T eoría
de los Fenómenos Complejos" en Estudios Públicos N°2,1981.
............................
Por mucho que nuestras teorías y técnicas de investigación nos
asistan para
interpretar los hechos observados, ellas nos dan poca ayuda para
indagar todos los
pormenores que entran en la determinación de los modelos complejos
que
necesitaríamos conocer para alcanzar explicaciones completas o
predicciones
precisas.
Si supiéramos todas las circunstancias especiales que
prevalecieron en el curso de la
historia de la tierra (y si no fuese sino por el fenómeno de la
tendencia genética),
seríamos capaces de explicar mediante la ayuda de la genética
moderna por qué las
diferentes especies de organismos han asumido las estructuras
específicas que
poseen. Pero sería absurdo concluir que pudiéramos cerciorarnos
alguna vez de estos
hechos particulares. Incluso puede ser verdad que si en un momento
dado alguien
pudiera conocer la suma total de los hechos particulares dispersos
entre los millones
o billones de personas que viven actualmente, estaría en situación
de dar origen a
un orden más enciente de los esfuerzos productivos humanos que
aquel logrado por
el mercado. La ciencia puede ayudarnos a una mejor comprensión
teórica de las
interconexiones. Sin embargo, la ciencia no puede ayudarnos
significativamente para
indagar todas las circunstancias particulares, ampliamente
dispersas y rápidamente
fluctuantes, del tiempo y lugar que determinan el orden de una
gran sociedad
compleja.
La ilusión de que el conocimiento teórico progresivo nos coloca
siempre en todo
terreno cada vez más en mejor posición para reducir las complejas
interconexiones a
hechos particulares verificables, conduce a menudo a nuevos
errores científicos.
Especialmente guía a aquellos errores de la ciencia que debemos
considerar ahora,
ya que llevan a la destrucción de valores irremplazables, a los
cuales debemos
nuestro orden social y nuestra civilización. Tales errores se
deben en su mayor parte
a una usurpación de presuntos conocimientos que en realidad no
posee nadie y que
ni aun el progreso de la ciencia podría darnos.
En relación con nuestro sistema económico moderno, la comprensión
de los
principios por los cuales se forma su orden nos muestra que éste
se construye en el
uso del conocimiento (y de las habilidades para obtener
información relevante) que
ninguno posee en su totalidad y que se origina porque los individuos
están guiados
en sus acciones por ciertas reglas generales. Ciertamente, no
deberíamos sucumbir
ante la falsa creencia o ilusión de que podemos reemplazarlo con
un tipo de orden
diferente, que presupone que todo este conocimiento puede ser
concentrado en un
conve rte d by W e b2PDFC onve rt.com
cerebro central, o en un grupo de cerebros de cualquier tamaño
factible.
El hecho, sin embargo, es que a pesar del avance de nuestro
conocimiento, los
resultados de nuestros esfuerzos siguen dependiendo de circunstancias
sobre las
cuales sabemos poco o nada, y ordenar fuerzas que no podemos
controlar es
precisamente lo que muchos consideran intolerable. Los
constructivistas atribuyen a
esta interdependencia, a que aún nos permitimos ser guiados por
valores que no
están demostrados racionalmente o provistos de una prueba
positiva, como
justificación de su actitud. Afirman que ya no necesitamos confiar
nuestro destino a
un sistema cuyos resultados no podemos determinar de antemano, a
pesar de abrir
vastas nuevas oportunidades para los esfuerzos de los individuos,
pero que se
parece al mismo tiempo a un juego de azar en algunos aspectos, ya
que ninguno se
responsabiliza por el resultado final. La representación
antropomórfica e hipostática
de una humanidad personificada que persigue finalidades elegidas
conscientemente,
lleva así a la exigencia de que todos los valores desarrollados
que no sirvan
visiblemente a objetivos aprobados, sino que sean condiciones para
la formación de
un orden abstracto, deberían ser descartados, para ofrecer a los
individuos
expectativas mejoradas de lograr sus metas diferentes y con
frecuencia conflictivas.
Errores científicos de este tipo tienden a desacreditar los
valores, de cuya
observancia puede depender la supervivencia de nuestra civilización.
7. El proceso del error científico que destruye valores
indispensables comenzó a
jugar un papel importante durante el último siglo. Se asocia
especialmente a varias
opiniones filosóficas, cuyos autores quisieran describir como
"positivistas" porque
sólo quieren reconocer como conocimiento útil la comprensión de la
conexión entre
causa y efecto. Su solo nombre, "positus", que significa
colocado, establecido,
expresa la preferencia por lo que ha sido creado deliberadamente
frente a todo lo
que no ha sido proyectado racionalmente. El fundador del
movimiento positivista,
Augusto Comte, expresó claramente esta idea básica cuando afirmó
la superioridad
incuestionable de la moral demostrada sobre la revelada. (18)
(18) Systéme de la politique positive de Auguste Comte, París,
1854, Vol. I , p.
356: "¡La supériorité de la moral démontrée sur la moral
revélée!"
..............................
Este lenguaje muestra que la única elección que él reconoce es
aquella que se
presentaba entre la creación deliberada a través de la mente
humana y la creación
por una inteligencia sobrehumana y que ni siquiera consideró la
posibilidad de
ningún origen a partir de un proceso de evolución selectiva. La
más importante
manifestación posterior de este constructivismo, en el curso del
siglo XIX, fue el
utilitarismo, que era el tratamiento de todas las normas como
positivismo
epistemológico en lo general y positivismo legal en lo particular;
y finalmente,
después según creo, la totalidad del socialismo.
En el caso del utilitarismo, esta característica se demuestra
claramente en su forma
original y exclusivista, que ahora se distingue generalmente como
"utilitarismo de
acto" frente al "utilitarismo de regla".
Sólo el utilitarismo de acto es fiel a la idea original de que
toda decisión individual
debe observarse en la utilidad social percibida en sus efectos
particulares, mientras
que el utilitarismo genérico o utilitarismo de regla, como se ha
probado, no puede
ser llevado a su término consistentemente (19). Codo a codo con
estas tentativas de
explicación constructivista encontramos, sin embargo, en el
positivismo filosófico
también una tendencia a prescindir de todos los valores como cosas
que no se
refieren a hechos (y que por lo tanto son "metafísicos")
o una tendencia a tratarlos
como puras materias de emoción y, por lo tanto, como
injustificables racionalmente
o carentes de significado. La versión más ingenua de ello es
probablemente el
"emotivismo" que se ha popularizado en estos últimos
treinta años. Los expositores
del emotivismo (20) creían que habían explicado algo con la
afirmación de que la
acción moral o inmoral, justa o injusta, evoca ciertos
sentimientos morales, como si
la cuestión de por qué un cierto grupo de acciones acusa un tipo
de emoción y otr o
grupo de acciones otra clase de emoción no hiciera surgir el
problema de la
significación que éste tiene en el ordenamiento de la vida en
sociedad.
(19) En relación con la discusión más reciente del utilitarismo,
ver Forras and
Limits of Utilitarianism, de David Lyons,
Oxford, 1965; Consequences of
Utilitarianism, de D. H. Hodgson y la útil colección de ensayos
Contemporary
Utilitarianism, ed M. D. Bayles, New Y
ork, 1968.
(20) Ver escritos de Rudolf Carnap, y especialmente Lenguage, T
ruth and
Logic, de A. J. Ayer, Londres, 1936.
..........................
El enfoque constructivista se ve más claro en la forma original
del positivismo legal,
tal como fuera expuesto por Thomas Hobbes y John Austin, para
quienes toda regla
jurídica debe derivarse de un acto consciente de legislación.
Esto, como lo sabe todo
historiador del derecho, es objetivamente falso. Pero aun en su
forma más moderna,
que consideraré brevemente después, esta falsa premisa sólo se
evita limitando el
acto consciente de crear la ley sólo a la atribución de validez a
reglas sobre cuyo
origen del contenido no tiene nada que decir. Esto transforma toda
la teoría en una
tautología sin interés, que nada nos dice sobre cómo encontrar las
reglas que
deberán ser aplicadas por las autoridades judiciales.
Las raíces del socialismo en el pensamiento constructivista son
obvias, no sólo en su
forma originaria, en la cual, a través de los medios de
producción, distribución e
intercambio, intenta hacer posible una economía planificada que
reemplaza el orden
espontáneo del mercado por una organización dirigida a metas
particulares (21).
Pero la forma moderna del socialismo, que trata de usar el mercado
para servir lo
que se llama "justicia social", y que quiere para esta
finalidad guiar la acción de los
hombres, no por reglas de conducta justa para cada individuo, sino
por la
importancia reconocida de los resultados logrados por las
decisiones de la autoridad,
no está sin embargo menos basada en el constructivismo.
(21) El reconocimiento de los defectos de estos planes es ahora
atribuido
general y justamente a la gran discusión iniciada en los años 20
por los
escritos de Ludw ig von Mises. Pero no deberíamos descuidar
cuántos puntos
importantes habían sido vistos claramente por algunos economistas.
Un caso
olvidado es el aserto que Erw in Nasse hace en un artículo,
"Uber die
Verhütung der Produktionskrisen durch
staatliche Fürsorge", en el Fahrbuch für
conve rte d by W e b2PDFC onve rt.com
Gesetzgebung etc., N. S., 1879, p. 164,
que citamos a continuación: "Una c
onducción planificada de la producción sin libertad de demanda o
de profesión
no es algo del todo impensable, aunque llevaría a la destrucción
de todo
aquello que hace de la vida algo digno de ser vivido. Conciliar
una conducción
planificada de toda la actividad económica con libertad de demanda
y de
profesión c onstituye un problema que solamente puede ser
comparado con
aquel de la cuadratura del círculo. Pues, en tanto se permite a
todos y cada
uno determinar libremente la orientación y tipo de actividad
económica y
consumo, se pierde el control de la conducción de la totalidad del
quehacer
económico".
............................
8. En nuestro siglo el constructivismo ha ejercido especialmente
una gran influencia
en las opiniones éticas a través de sus efectos sobre la
siquiatría y la sicología.
Dentro de mi tiempo disponible daré sólo dos de los muchos
ejemplos de esa
destrucción de valores por error científico, que opera en este
campo. Respecto del
primer ejemplo, debo decir algunas palabras sobre el autor que
citaré, un psiquiatra,
para que no sospeche que he elegido un autor no representativo
para exagerar. De
renombre internacional, es científico canadiense, ya fallecido,
Brock Chisholm, fue
encargado de la creación de la Organización Mundial de la Salud,
se desempeñó
durante cinco años como su primer secretario general y finalmente
fue elegido
presidente de la Federación Mundial de la Salud Mental.
Poco antes que emprendiese su carrera internacional escribió:
"La reinterpretación y
la eventual erradicación del concepto de lo verdadero y erróneo,
que ha sido hasta
ahora la base de la educación infantil, la sustitución del
pensamiento inteligente y
racional por la fe en las certidumbres de la gente mayor, son los
objetivos tardíos de
prácticamente toda la sicoterapia vigente... La sugerencia de que
deberíamos dejar
de enseñar a los niños las prácticas morales y lo verdadero y
falso, y en lugar de ello
proteger su integridad intelectual, ha sido por supuesto
enfrentada con una airada
protesta de herejía o iconoclasia, tal como la que se levantó
frente a Galileo por
encontrar otro planeta, o contra la verdad de la evolución, o
contra la interpretación
de Cristo en relación con los dioses hebreos, y contra toda
tentativa de cambiar las
viejas y equivocadas usanzas e ideas. Se ha pretendido, respecto
del descubrimiento
de cualquier extensión de la verdad, que eliminar el concepto de
verdadero o erróneo
produciría gente incivilizada, inmoralidad, anarquía y caos
social. La realidad es que
la mayoría de los siquiatras y sicólogos y mucha otra gente
respetable se han
liberado de estas cadenas morales y son capaces de observar y de
pensar
libremente... Si debemos emancipar la raza de su mutilante fardo
del bien y del mal,
deben ser los siquiatras los que tomen la responsabilidad inicial.
Esto es un desafío
que debe enfrentarse... Junto a las demás ciencias humanas, la
siquiatría debe
decidir ahora cuál será el futuro inmediato de la raza humana.
Nadie más podrá
hacerlo. Y es ésta la responsabilidad primaria de la
siquiatría". (22)
(22) "T he reestablishment of
peacetime society", de George Brock Chisholm,
T he William Alanson White Memorial
Lectures, segunda serie, Psychiatry. Vol.
I X, N° 3, febrero, 1946 (con prefacio elogioso de Abes Fortas)
pp. 9-11. Cf.
también dos libros de Chisholm. Prescription for Survival, New Y ork,
1957, y
Can People Learn to Learn?, New Y ork,
1958, como asimismo su ensayo: "T he
issues concerning man's biological
future" en T he Great I ssues of
Conscience in Modern Medicine, Hanover, N. H.,
1960, donde argumenta (p. 61): "Que yo sepa, ni siquiera
tenemos un
departamento gubernamental instituido para preocuparse de la
supervivencia
de la raza humana; y si nadie se preocupa de que no exista tal
departamento
gubernamental, es que obviamente no es considerado
importante". Sería
posible citar aquí cualquier cantidad de aserciones similares en
los últimos
150 años. El revolucionario ruso Alejandro Herzen pudo escribir:
"Queréis un
libro de reglas, yo en cambio creo que cuando se llega a una
cierta edad, uno
debería avergonzarse de tener que usar tal libro" y "el
hombre verdaderamente
libre, crea su propia moralidad"
(From the other shore, ed I . Berlin,
Londres
1956, pp. 28 y 141); esto difiere un poco de las opiniones de un
positivista
dialéctico contemporáneo como Hans Reichenbach, quien plantea en T
he rise
of Scientific Philosophy, Berkeley, Calif., 1949, p. 141, que
"el poder de la
razón no debe buscarse en las reglas que la razón dicta a nuestra
imaginación,
sino en la capacidad de liberarnos de cualquier tipo de reglas a
las cuales
hayamos estado condicionados a través de la experiencia y la
tradición". La
aseveración de J. M. Keynes en T w o Memoirs, Londres, 1941, p.
97, que he
citado en ocasiones anteriores a este respecto, me parece que ha
perdido
ampliamente su significación en este contexto desde que Michael
Holroyd en
su obra Lytton Strachey, a Critical Biography, Londres, 1967 y
1968, ha
demostrado que la mayoría de los miembros del grupo al que alude
Keynes
eran, incluido él mismo, homosexuales, lo que probablemente es una
explicación suficiente para su rebelión contra la moral reinante.
..................................
Parece que nunca se le ocurrió a Chisholm que las reglas morales
no sirven
directamente a la satisfacción de los deseos individuales, sino
son necesarias para
apoyar el funcionamiento de un orden; y aun más para domar ciertos
instintos que el
hombre heredó cuando vivía en grupos pequeños en los cuales
transcurrió la mayor
parte de su evolución. Puede ser que un bárbaro incorregible se
resienta por estas
restricciones, pero ¿son realmente los siquiatras la autoridad
competente para
darnos una nueva moral?
Chisholm expresa finalmente la esperanza de que dos o tres
millones de siquiatras
experimentados, con el apoyo de una apropiada técnica de venta,
podrían pronto
lograr que los hombres se liberaran del concepto
"perverso" de lo verdadero o lo
erróneo. Parece que a veces han tenido demasiado éxito en este
sentido.
Mi segundo ejemplo contemporáneo de la destrucción de los valores
por el error
científico es tomado de la jurisprudencia. No es necesario en esta
ocasión identificar
al autor del aserto que citaré como perteneciente a la misma
categoría. Proviene
nada menos que de una gran figura como es mi antiguo profesor en
la Universidad
de Viena, Hans Kelsen.
Este nos asevera que "la justicia es una idea
irracional", y continúa (23): "Desde el
punto de vista de la cognición racional, sólo existen los
intereses de los seres
humanos y en consecuencia los conflictos de interés. La solución de
esto puede
tener origen ya sea mediante la satisfacción del interés de uno, a
costa de aquel del
otro, o por una transacción entre los dos intereses existentes. No
es posible probar
que una u otra solución sea la justa".
(23) Hans Kelsen, What is Justice?,
Berkeley. Cal., 1957, p.
21; el mismo
concepto aparece casi literalmente en T eoría General del Derecho
y el Estado,
Cambridge, Mass., 1949, p. 13. La eliminación del concepto de
justicia en el
derecho no fue, por supuesto, un descubrimiento de Kelsen, pero es
común a
todo el positivismo legal y es especialmente característica de los
teóricos del
derecho al finalizar el siglo pasado, de los cuales con razón dice
Alfred Martin,
Mensh und Gesellschaft Heute, Frankfurt a M. 1965:, p. 265:
"Como señala el
conde Harry Kessler en sus memorias, en tiempos del emperador
Guillermo
respetables profesores de derecho alemanes se complacían en
indicar
deportivamente en cada ocasión propicia que la justicia no tiene
que ver
naturalmente en lo más mínimo con el derecho. Fruto de tal actitud
fue la
doctrina de la potencia jurídica decisiva de 'la decisión",
es decir, el
decisionismo de Carl Schmitt, genuino corifeo jurídico de la
dictadura parda".
Una buena relación de la disolución del liberalismo alemán por el
positivismo
legal puede encontrarse en John H. Hallow
ell, T he Decline of Liberalism as an
I deology w ith Particular Reference to
German Politico-Legal T hought, Berkeley,
Cal., 1943.
................................
De esta manera, para Kelsen, la ley es una construcción deliberada
que sirve a
intereses particulares conocidos. Esto podría ser necesariamente
así si tuviésemos
que crear de nuevo el conjunto de leyes de la conducta justa. Aun
más, le concedo a
Kelsen que no podríamos probar positivamente qué es lo justo. Pero
esto no excluye
nuestra capacidad para decir cuándo una regla es injusta o que,
mediante la
aplicación persistente de una prueba negativa de la injusticia, no
fuéramos capaces
de acercarnos progresivamente a la justicia.
Es verdad que esto se aplica sólo a las reglas de la conducta
justa para los
individuos, y no a lo que Kelsen, como todos los socialistas,
pensaba
primordialmente, es decir, aquellas finalidades de las medidas
deliberadas que
emplea la autoridad para lograr la así llamada "justicia
social". Sin embargo no
existen ni los criterios positivos ni los negativos de tipo
objetivo, de los cuales se
pueda definir o poner a prueba la así llamada "justicia
social", que es una de las
frases más vacías.
El ideal de la libertad del siglo XIX se basaba en la convicción
de que había tales
reglas objetivas generales de conducta justa, y la falsa
afirmación de que la justicia
es siempre un asunto de intereses particulares que ha contribuido
en gran medida a
formar la creencia de que no tenemos otra opción que asignar a
cada individuo lo
que es considerado justo por aquellos que en ese momento detentan
el poder.
9. Dejadme formular claramente las consecuencias que se siguen de
lo que he
expresado sobre los principios aplicables a la crítica legítima de
las formaciones
sociales. Después de haber asentado los fundamentos previos, esto
puede hacerse
relativamente en pocas palabras. Debo advertiros, sin embargo, que
los
conservadores que me oyen y que hasta este punto se regocijaban,
se
desilusionarán probablemente ahora. La conclusión correcta de las
consideraciones
que he adelantado no es de ninguna manera que debamos aceptar los
valores
antiguos y tradicionales. Ni siquiera que haya algunos valores o
principios morales
que la ciencia no pueda cuestionar ocasionalmente. El científico
social que se
esfuerza por entender cómo funciona la sociedad y descubrir en qué
punto puede
mejorarse, debe proclamar el derecho de examinar críticamente y
aun más de juzgar
cada uno de los valores individuales de nuestra sociedad. La
consecuencia de lo que
he dicho es simplemente que no podemos cuestionar, al mismo
tiempo, todos y cada
uno de sus valores. Tal duda absoluta sólo podría llevar a la
destrucción de nuestra
civilización y —en vista de las cifras a que el progreso económico
ha permitido hacer
crecer a la raza humana— a la extrema miseria y hambre. El
abandono completo de
todos los valores tradicionales es, por supuesto, imposible; sólo
causaría al hombre
una incapacidad para actuar. Si se renuncia a todos los valores
tradicionales y
transmitidos, que el hombre ha creado en el curso de la evolución
de la civilización,
ello sólo llevaría a una regresión hacia aquellos valores
instintivos que el hombre
desarrolló en cientos de miles de años de vida tribal, y que ahora
le son en cierta
medida innatos. Dichos valores instintivos son a menudo
irreconciliables con los
principios básicos de una sociedad abierta —específicamente, con
la aplicación de
las mismas reglas de conducta justa en nuestras relaciones con
todos los demás
hombres—, que es lo que nuestros jóvenes revolucionarios profesan
también. La
posibilidad de dicha gran sociedad ciertamente no descansa en los
instintos sino en
el ejercicio del poder de reglas adquiridas. Esta es la disciplina
de la razón (24).
Refrena los impulsos instintivos y se atiene a reglas que han sido
originadas en un
proceso mental interpersonal. Como resultado de este proceso, en
el curso del
tiempo todos los conjuntos de valores individuales separados llegan
a adaptarse
lentamente unos a otros.
(24) El término razón es usado aquí en el sentido explicado por
John Locke en
sus "Essay on the Law of Nature"
ed. W. von Leyden, Oxford, 1954, p.
111:
"No creo, sin embargo, que aquí se entienda por razón la
facultad del
entendimiento que forma secuelas de pensamiento y deduce pruebas,
sino que
ciertos principios de acción definidos de los cuales surgen todas
la virtudes y
todo lo que es necesario para el moldeamiento correcto de la
moral".
..............................
El proceso de la evolución de un sistema de valores entregados por
transmisión
cultural debe descansar implícitamente en la crítica de los
valores individuales a la
luz de su consistencia, o compatibilidad con todos los demás
valores de la sociedad,
que para este efecto deben ser considerados como algo dado e
indudable. El único
patrón por el cual podemos juzgar los valores particulares de
nuestra sociedad, es el
conjunto total de otros valores de esa misma sociedad. El orden de
las acciones
producidas por la obediencia a estos valores objetivamente
existentes, pero siempre
imperfectos, es precisamente el criterio de prueba para la
evaluación. Dado que los
sistemas de moral y valores prevalecientes no dan siempre
inequívocas respuestas a
los problemas que suscitan, sino que a menudo demuestran ser
internamente
contradictorias, debemos desarrollar y refinar continuamente tales
sistemas morales.
A veces estaremos obligados a sacrificar algunos valores morales,
pero sólo ante
otros valores morales que consideramos superiores. No podemos
eludir esta opción
porque es parte de un proceso indispensable. En este cometido
ciertamente
incurriremos en muchos errores. A veces grupos completos y quizá
naciones enteras
decaerán por haber elegido los valores equivocados. La razón debe
demostrarse en
conve rte d by W e b2PDFC onve rt.com
el mutuo ajuste de los valores determinados y debe llevar a cabo
su papel más
importante, aunque muy impopular, aquel de destacar las
contradicciones interiores
de nuestro pensamiento y de nuestra sensibilidad.
La representación del hombre como un ser que gracias a su razón
puede alzarse por
encima de los valores de la civilización para juzgarla desde
afuera, o desde un punto
de vista más elevado, es sólo una ilusión. Solamente debe entenderse
que la razón
misma es parte de la civilización. Lo único que podemos hacer es
confrontar una
parte con las demás. Incluso este proceso conduce al movimiento
incesante, que en
un muy largo curso de tiempo puede cambiar el total. Pero la
reconstitución
repentina completa del todo no es posible en ninguna etapa del
proceso, porque
debemos usar siempre el material disponible, que es en sí mismo el
producto
integrado de un proceso de evolución.
Espero haber dejado suficientemente en claro que no es el problema
de la ciencia el
que amenaza nuestra civilización, como puede parecer a veces, sino
el error
científico basado generalmente en la presunción de un conocimiento
que en realidad
no poseemos.
Esto pone en manos de la ciencia la responsabilidad de transformar
en bien el daño
que han hecho sus representantes. El desarrollo del conocimiento
produce la
comprensión de que ahora podemos apuntar a las metas que el estado
actual de la
ciencia ha puesto a nuestro alcance sólo gracias a la autoridad de
los valores, que
no hemos fabricado, y cuyo significado entendemos todavía en forma
muy
imperfecta. Mientras no podamos estar de acuerdo sobre cuestiones
cruciales, como
si es posible un mercado competitivo sin el reconocimiento de los
diferentes tipos de
propiedad privada en los medios de producción, es claro que sólo
entendemos muy
imperfectamente los principios fundamentales sobre los cuales está
basado el orden
existente.
Si los científicos están tan poco conscientes de la
responsabilidad en que han
incurrido al fracasar en su comprensión del papel de los valores
necesarios para la
preservación del orden social, ello se debe en gran parte a la
noción de que la
ciencia no tiene nada que decir sobre la validez de los valores.
La verdadera aserción
que, partiendo de nuestro conocimiento de las conexiones causales
entre hechos
aislados, no podemos derivar conclusiones sobre la validez de los
valores, se ha
extendido a la falsa opinión de que la ciencia no tiene nada que
ver con los valores.
Esta actitud debería cambiar inmediatamente; el análisis
científico demuestra que el
orden actual de la sociedad sólo existe porque los pueblos aceptan
ciertos valores.
En relación con tal sistema social, no podemos hacer afirmaciones
sobre los efectos
de los eventos particulares, sin asumir que ciertas normas son
generalmente
obedecidas (25). Desde tales premisas, que llevan envueltos
valores, es
perfectamente posible derivar conclusiones sobre la compatibilidad
o
incompatibilidad de los diversos valores presupuestos en un
razonamiento. Es por lo
tanto incorrecto si, del postulado que la ciencia debería estar
libre de valores, se
saca la conclusión de que dentro de un sistema determinado los
problemas del valor
no pueden ser decididos racionalmente. Cuando debemos tratar con
un proceso
progresivo para el ordenamiento de la sociedad, en el cual la
mayoría de los valores
gobernantes no son discutidos, a menudo habrá sólo una respuesta
cierta para
problemas particulares, que sea compatible con el resto del
sistema. (26)
(25) Cf. a este respecto la argumentación de H. A. L. Hart en su
"T he Concept
of Law ", Oxford, 1961, p. 188: "Nuestra preocupación
está relacionada con los
planes sociales para una existencia continuada y no para aquellas
de un club
de suicidas. Queremos saber si, entre estos planes sociales,
existen algunos
iluminadamente clasificados como leyes morales que puedan
descubrirse por
la razón, y cuál es su relación con el derecho humano y la
moralidad. Para
plantear esto o cualquier otro problema sobre cómo podrían
convivir los
hombres, debemos asumir que su finalidad, expresada en forma
general, es
vivir. Desde este punto de vista el argumento es simple. El
reflexionar sobre
algunas generalizaciones, en realidad verdades trilladas respecto
de la
naturaleza humana y al mundo en que viven los hombres, demuestra
que
mientras tengan vigencia, hay reglas de conducta que debe incluir
toda
organización social si quiere subsistir. En Anthopology and Modern
Life, de S.
F. Nadel, Canberra, 1953. pp. 16-22, pueden encontrarse opiniones
similares
de un antropólogo.
(26) Al respecto mi posición ha llegado a ser muy parecida a la
descrita por
Luigi Einaudi en su prefacio a un libro de C. Bresciani-T urroni
que sólo conozco
en su traducción alemana, Einfuhrung in die Wirtschaftpolitik,
Berna, 1948, p.
13. Einaudi relata cómo antes creía que el economista debía
aceptar en
silencio los objetivos perseguidos por el legislador, pero que
después había
llegado progresivamente a dudar de esta idea, que podría llegar un
día a
laconclusión de que el economista tendría que combinar su tarea de
crítico de
los medios con una crítica similar de los objetivos, y que todo
esto podría
revelarse tanto como una parte de la ciencia, cuanto a sí mismo
como la
investigación de los medios a los cuales se limita ahora la
ciencia. Agrega que
el estudio de la concordancia de los medios y los fines y de la
consistencia
lógica de los medios propuestos puede ser más difícil que —y sin
duda de
valor moral igual— a todas las consideraciones acerca de la
aceptabilidad y
evaluación de los diversos objetivos.
...............................
Se nos presenta el curioso espectáculo de que con frecuencia los
mismos científicos
que enfatizan especialmente el carácter wertfrei (valor libre) de
la ciencia, usan esa
ciencia para desacreditar los valores predominantes como la
expresión de las
emociones irracionales o de los intereses materiales particulares.
Tales científicos
dan a menudo la impresión de que el único juicio de valor
científicamente respetable
es la opinión de que nuestros valores no tienen valor. Esta
actitud es por lo tanto el
resultado de una comprensión defectuosa de la conexión entre los
valores aceptados
y el orden real prevaleciente. (27)
(27) Un buen ejemplo de lo dicho en el texto se encuentra
aparentemente en
las disertaciones que hace Gunnar Myrdal en su obra Objectivity in
Social
Research, de la cual el T imes Literary Supplement, del 19 de
febrero de 1970,
cita una definición de "objetividad científica", como
son la liberación del
estudiante de 1 la poderosa herencia de los escritos anteriores en
su campo
de investigación, los que generalmente contienen nociones
normativas y
teleológicas heredadas de generaciones pasadas y basadas en
filosofías
morales metafísicas de derecho natural y utilitarismo, de las
cuales se han
desprendido todas nuestras teorías sociales y económicas; 2 la
influencia de
todo el medio cultural, social, económico y político de la
sociedad en que él
vive, trabaja y gana su vida y status, y 3 la influencia que surge
de su propia
personalidad, moldeada no sólo por las tradiciones y el medio
ambiente sino
también por su historia individual, su constitución e inclinaciones
personales.
............................
Todo lo que podemos y debemos hacer, es poner a prueba cada uno y
todos los
valores sobre los cuales surjan dudas en relación al patrón de
otros valores, que
podamos asumir que nuestros auditores o lectores compartan con
nosotros.
En la actualidad el postulado de que deberíamos evitar todo juicio
sobre los valores,
me parece que ha llegado a ser con frecuencia una mera excusa para
los tímidos que
no desean ofender a nadie, y que en esa forma esconden sus
preferencias. Aun más,
esto es a menudo un esfuerzo para esconder dentro de nosotros
mismos toda
comprensión racional de las opciones que tenemos entre las
posibilidades que se
nos abren y que nos fuerzan a sacrificar algunos objetivos que
también deseamos
llevar a cabo.
Una de las nobles tareas de la ciencia social, según mi parecer,
es mostrar
claramente estos conflictos de valores.
En esta forma es posible demostrar que aquello que depende de la
aceptación de
valores que no se presentan como metas conscientemente perseguidas
por los
individuos o grupos, son los verdaderos fundamentos del orden
real, cuya existencia
presuponemos
en todos nuestros esfuerzos individuales.__
Los Errores del Constructivismo, por F. A. Hayek
Nenhum comentário:
Postar um comentário