quarta-feira, 19 de novembro de 2014

La enfermedad del poder !!

Se trata de un conjunto de conductas que la medicina no ha estudiado en profundidad hasta ahora, pero que algunos especialistas han desarrollado y analizado en diferentes libros. 

 - propensión narcisista a ver el mundo principalmente como un escenario donde ejercitar su poder y buscar la gloria


- preocupación desproporcionada por la imagen y la presentación


- una forma mesiánica de hablar de lo que están haciendo y una tendencia a la exaltación


- identificación de sí mismos con el Estado hasta el punto de considerar idénticos los intereses y perspectivas de ambos

- excesiva confianza en su propio juicio y desprecio del consejo y la crítica ajenos

- la creencia de que antes de rendir cuentas al conjunto de sus colegas o a la opinión pública, la Corte ante la cual deben responder es: la Historia o Dios

- inquietud, irreflexión e impulsividad

- pérdida de contacto con la realidad, a menudo unida a un progresivo aislamiento”, y “una obstinada negativa a cambiar de rumbo 
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Hoy, la prestigiosa Royal Society of Medicine celebra un simposio en Londres para debatir sobre el síndrome de Hubris, desde una visión neurocientífica. Hubris es un concepto popularizado por el neurólogo y ex político británico David Owen, que lo llama “la enfermedad del poder”. Se trata de un conjunto de conductas que la medicina no ha estudiado en profundidad hasta ahora, pero que algunos especialistas han desarrollado y analizado en diferentes libros. Entre los síntomas que menciona Owen están los siguientes: “propensión narcisista a ver el mundo principalmente como un escenario donde ejercitar su poder y buscar la gloria”, “preocupación desproporcionada por la imagen y la presentación”, “una forma mesiánica de hablar de lo que están haciendo y una tendencia a la exaltación”, “identificación de sí mismos con el Estado hasta el punto de considerar idénticos los intereses y perspectivas de ambos”, “excesiva confianza en su propio juicio y desprecio del consejo y la crítica ajenos”, “la creencia de que antes de rendir cuentas al conjunto de sus colegas o a la opinión pública, la Corte ante la cual deben responder es: la Historia o Dios”, “inquietud, irreflexión e impulsividad”, “pérdida de contacto con la realidad, a menudo unida a un progresivo aislamiento”, y “una obstinada negativa a cambiar de rumbo”. Según Owen, en este conjunto de características bien se puede ver reflejada la fase maníaca de un trastorno del ánimo como lo es la bipolaridad.
Científicos ingleses quieren estudiar el "síndrome Cristina"
Uno de los expositores de la Royal Society of Medicine contactó al periodista Nelson Castro para valorar sus aportes en esta temática y lo invitó a exponer sobre el caso de Cristina Fernández en las próximas temporadas del simposio, ya que el médico y periodista fue el primero en explicar este conjunto de síntomas en un mandatario en ejercicio, a diferencia de Owen y otros predecesores. Es decir que el caso de la Presidenta ya trasciende las fronteras. De hecho, Castro se comprometió a enviar la traducción de un artículo suyo en el diario Perfil sobre estos síntomas de CFK. Y el expositor inglés también le pidió ayuda y contactos en el mundo de la neurología para analizar la evolución de las marcas lingüísticas en los discursos de la Presidenta desde que asumió hasta ahora.
El síndrome de Hubris es aplicable a todo tipo de liderazgos, no sólo los políticos, sino también los empresariales, religiosos o sociales. Cualquier poder tiene el don de embriagar a quien lo ejerce y de desconectarlo de la realidad.
En su biografía no autorizada sobre la Presidenta, la periodista Laura Di Marco cita una frase que Máximo Kirchner habría dicho en el marco de la terapia cognitiva a la que se sometió Cristina tras la operación en la cabeza: “Mi vieja loca estuvo siempre”. Y concluye Di Marco: “La evaluación del equipo médico que asistió a Cristina habría llegado a un diagnóstico de cuatro puntos: hiperestrés, egocentrismo patológico, síndrome de Hubris, bipolaridad”. La terapia cognitiva postoperación, encabezada por el prestigioso neurólogo Facundo Manes, buscó determinar los factores de estrés en la rutina de la paciente, y concluyó que la hermana Gisele Fernández era uno de ellos: su estilo mandón y las constantes órdenes que le daba a Cristina y a los médicos de su equipo –colegas de ella– sacaban de quicio a la paciente, por lo que el consejo fue reducir al máximo el contacto entre hermanas. Pero hoy que Manes ya no atiende a la Presidenta, la hermana Gisele volvió a instalarse junto a ella en Olivos y es la persona con la que más horas pasa.
Interés mundial. Los expositores seleccionados por la Royal Society of Medicine no son los primeros en posar la lupa sobre Cristina. En diciembre del 2009, un cable del Departamento de Estado norteamericano –revelado por WikiLeaks– le preguntó a la embajada de su país en Buenos Aires sobre la “salud mental” y el “estado de ánimo” de Cristina y sobre la medicación que toma, lo que motivó un altercado bilateral.
Pero hay un documento anterior en el que los norteamericanos inquirían sobre el mismo asunto. El abogado Ricardo Monner Sans leyó ese paper de similares características a mediados del 2009, cuando participó de un congreso en Miami sobre políticas de transparencia. Hizo buenas migas con un funcionario del Departamento de Estado que hablaba un castellano fluido, y que le terminó preguntando lo siguiente:
–¿Usted la conoció a Cristina Fernández?
–No en persona –dijo Monner Sans.
El funcionario siguió:
–El Departamento de Estado tiene un informe sobre ella. Allí se habla de algún tipo de trastorno del ánimo.
–¿Se puede ver? –se interesó el abogado.
Al día siguiente, el funcionario del Departamento de Estado condujo a su nuevo amigo hasta su oficina en Miami. Le mostró un paper escrito en computadora y sin membrete. El título era obvio: “Cristina Fernández de Kirchner”. Y debajo decía: “Argentine Republic”.
–Léalo rápido y me lo devuelve –dijo el norteamericano.
El abogado se tomó diez minutos para analizarlo. El informe tenía una sola carilla, estaba redactado en inglés y constaba de un parte con apreciaciones médicas que se le hicieron ininteligibles. La segunda parte era más clara: hacía referencia a las “oscilaciones del ánimo” de la Presidenta y a una “personalidad digna de ser seguida por sus manifestaciones externas”, según el recuerdo de Monner Sans, quien no pudo evitar comentarles el episodio a sus amigos.

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