segunda-feira, 25 de abril de 2016

El humanismo no es enemigo de la ciencia

El intelectual estadounidense indaga en la obsesión de la sociedad por el saber práctico

 

Leon Wieseltier (Nueva York, 1952) es lo más parecido a un viejo intelectual a la europea que existe hoy en Estados Unidos. En sus debates con el psicólogo experimental de Harvard Steven Pinker, o en sus advertencias sobre los peligros de Internet, Wieseltier se ha erigido como defensor de las humanidades frente a lo que él llama el imperialismo de las ciencias. Crítico literario, ensayista y traductor, motor intelectual de la antigua revista The New Republic, Wieseltier recibe a EL PAÍS en su despacho de la Brookings Institution, el principal laboratorio de ideas de Washington. Desde hace un año, es senior fellow Isaiah Berlin para la Cultura y la Política: una especie de humanista jefe en un templo de la tecnocracia y los saberes prácticos.

 


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Pregunta. ¿Qué aportan las humanidades a un think-tank como Brookings?

Respuesta. La influencia más poderosa, no sólo en la gestión de la política contemporánea, sino en la cultura contemporánea son los datos. Debido a las cantidades inimaginablemente altas de datos que generan las nuevas tecnologías, poseemos más números que nunca. Y esto suscita una cuestión básica: qué relación debe haber entre cuantificación y cultura, qué puede captar un número y qué no. Se les pide a los números que capten fenómenos humanos que no pueden captar. Se inventan medidas para dimensiones de la experiencia humana para las que no existen medidas: sólo palabras y descripciones, descripciones son matizadas, sutiles. Las ciencias sociales funcionan con los datos. La política requiere datos y generalizaciones, porque no puedes legislar para individuos, sólo para clases y grupos de personas. Pero hay aspectos importantes de la vida humana que no pueden describirse con estas generalizaciones. El humanismo es una ética: la creencia en la solidaridad universal que los humanos deberían tener. También es la creencia en que algunos ámbitos de la vida humana no pueden entenderse de la manera que la ciencia entiende las cosas. No es que el humanismo sea el enemigo de la ciencia: es el enemigo de la ciencia imperialista. Vivimos en una edad dorada del imperialismo científico y económico. En la sociedad americana, por ejemplo, las máximas autoridades en materia de felicidad son los economistas, lo cual es grotesco.

P. ¿No es la separación de la ciencia y las humanidades una separación arbitraria del siglo XIX?

R. No me importa que sea del siglo XIX o del XXII. No creo que las viejas ideas sean equivocadas y las nuevas, acertadas. Es cierto que en el siglo XIX hubo pensadores alemanes que concluyeron que la vida humana interior, la subjetividad, no podía entenderse con los mismos métodos que las ciencias naturales. Y tenían razón. Aunque el 99,9% de una persona pueda explicarse con los métodos de las ciencias naturales, el 0,1% que queda es a lo que me refiero cuando hablo de la persona humana. La diferencia humana escapa a la explicación científica. Es posible que las humanidades y las ciencias estudien lo mismo, la vida humana, pero la estudian de manera distinta. La comprensión de la poesía por medio de la genética tiene tan poco sentido como la comprensión de la genética por medio de la poesía. Sabemos que las humanidades y las ciencias pueden florecer al mismo tiempo, excepto cuando la ciencia y la tecnología se vuelven arrogantes sobre su lugar en la vida humana. La cuestión sobre el lugar que ocupa la ciencia en la vida humana no es una cuestión científica. Es una cuestión filosófica. La ciencia no puede decirnos qué lugar debe ocupar la ciencia. Cuando las ciencias imponen su autoridad más allá de los límites de su propio ámbito, la ciencia se transforma en cientismo, que es algo distinto. La ciencia es la ciencia y nadie en sus cabales no la apoyaría y estaría agradecido por lo que hace, pero el cientismo es una ideología sobre cómo entender la vida humana. Es una versión del materialismo.

P. ¿Hubo algún tiempo en el pasado en el que las humanidades ocuparon el lugar adecuado?

R. Siempre hubo una tensión entre las humanidades y las ciencias naturales. Siempre hubo también una armonía. Pero hubo un tiempo en que las humanidades tuvieron un prestigio mucho mayor en las sociedades occidentales. El prestigio de las humanidades en la sociedad americana nunca ha sido más bajo. La sociedad americana todavía se ha vuelto más utilitaria de lo que ya era. El pragmatismo es el culto de la practicalidad, de la utilidad, de los resultados. Todos es una transacción. Todas las complejidades, ambigüedades, ambivalencias, oscuridades que las humanidades nos enseñan a reconocer han sido borradas. Todo se trata de un modo utilitario.

P. ¿Me puede dar un ejemplo?

“En la sociedad americana, las máximas autoridades en materia de felicidad son los economistas; es grotesco”

R. Si mira cómo se justifican las humanidades en Estados Unidos, se hace sobre bases utilitarias. Los teatros son importantes, ¿por qué? Porque revitalizan barrios. Los licenciados en inglés son útiles, ¿por qué? Porque muchos consiguen trabajo en McKinsey. Ya no es legítimo defender las humanidades intrínsecamente, por su mismo valor. Si quieres defenderlas, debe ser por sus resultados sociales y económicos, mientras que la verdadera línea de defensa de las humanidades tiene que ver con el cultivo de la personalidad y la educación del individuo: la idea es que un individuo expuesto a las humanidades, que ha tenido su mente, corazón y espíritu educado por las artes, será un mejor amigo, un mejor padre, un mejor marido o mujer, una mejor madre un mejor ciudadano, un mejor vecino. Este es el beneficio: no llevará a resultados económicos, y no hay manera de medirlo.

P. ¿Qué culpa le atribuye a Internet?

R. Ha elevado la tecnología a una centralidad en las vidas individuales como nunca antes. Ha alentado ciertos hábitos mentales y desalentado otros que tiene un impacto en lo preparados estamos ante las humanidades. Internet es el mayor asalto a la atención humana que jamás se haya diseñado. Es una guerra contra la atención, contra el tiempo: todo tiene que ver con la rapidez.

P. ¿Hay algo que hacer ante esta ola de tecnología, de cientismo?

R. Hay que resistir. El acto más revolucionario que uno pueda hacer, fuera de la política, es ralentelizar: la desaceleración. Hay una cosa con la que Internet nunca acabará, y me da igual lo que diga Google, o lo que planee: es la realidad física. El cuerpo, el árbol allí fuera, el edificio de enfrente, el cuerpo de tu novia. La experiencia física, la experiencia de los sentidos. Esto ofrece alguna resistencia a todo esto. Y algunas artes. No puedes acelerar la música. Si no te gusta una sinfonía de Mahler, te marchas del concierto, no puedes hacer que la toquen más rápido.




“El acto más revolucionario que uno pueda hacer, fuera de la política, es ralentelizar: la desaceleración”


http://cultura.elpais.com/cultura/2016/04/22/actualidad/1461325857_569581.html

domingo, 17 de abril de 2016

Octopuses are super-smart … but are they conscious?

April 14, 2016 10.48am EDT

Inky the wild octopus has escaped from the New Zealand National Aquarium. Apparently, he made it out of a small opening in his tank, and suction cup prints indicate he found his way to a drain pipe that emptied to the ocean.

Nice job Inky. Your courage gives us the chance to reflect on just how smart cephalopods really are. In fact, they are real smart. Octopus expert Jennifer Mather spent years studying them and found that they not only display the capacity to learn many features of their environment, they will transition from exploration to something approaching play if given the chance.

For example, Mather recounts the way two octopuses repeatedly used their water jets to blow an object towards an opposing stream of water in their tank: what she describes as “the aquatic equivalent of bouncing a ball”. Further, as Mather explains, cephalopods are inventive problem solvers. When predating clams, for example, octopuses will use a variety of strategies to remove the meat from the shell, often cycling through strategies – pulling the shell open, chipping the shell’s margin, or drilling through the shell – in a trial-and-error way.

It’s not just cephalopods, of course: lots of non-humans are intelligent too. In their own kind of way, lots of machines are smart as well – some are better than the best humans at some of our most complicated games. You can probably sense the question coming next. Does this mean lots of non-humans – octopuses, crows, monkeys, machines – are conscious? And if so, what do we do about that?

Such questions are attracting a lot of interest. In the past month alone, leading primatologist Franz de Waal has written on anthropomorphism and consciousness in chimpanzees; philosophers and science writers have discussed consciousness in artificial intelligences and whether machines could become self-aware without us realising; and the neuroscientist Michael Graziano has argued that current theories of consciousness are “worse than wrong” while predicting that we’ll have built a conscious machine within 50 years.

Yet it’s hard to know what kind of mental life non-human animals actually have, and whether it is anything like ours. If it is, does that make it wrong to eat them? Or consider machines, which may develop mental lives of their own at some point. We’re ill-prepared to recognise if or when this will happen, even if we may eventually come to have moral duties towards machines.

The best thing I’ve read lately on consciousness in non-humans is the short story, The Hunter Captain, by the philosopher and fiction writer David John Baker. It involves an alien race that encounters a human being for the first time. According to their neuroscience, it turns out that the human lacks the special neural structure they believe necessary for generating consciousness. Like all the other animals they have encountered, including the talking animals they violently kill at the table before eating, the human is merely intelligent but lacks consciousness. As such the human has no moral status – she is something to be hunted, or enslaved. As you might expect, the human demurs. Some alien-human debate on the philosophy of mind ensues.

Baker’s story dramatises very well two key decision points we face when worrying about consciousness in non-humans. The first revolves around whether consciousness is the key thing needed for moral status – that is, the thing you have that generates moral reasons to treat you in certain ways (avoid harming you, respect your rights). Even if consciousness is key, it’s not clear where we draw the line: some say moral worth requires the kind of consciousness associated with feeling pain and pleasure (phenomenal consciousness), others point to the kind associated with self-awareness, or self-consciousness.

The second decision point surrounds the nature of consciousness, and whether a certain level or type of intelligence is enough. If so, just how clever do you have to be, and how do we measure that? Even if intelligence alone isn’t enough to warrant consciousness, it might not be psychologically possible for us humans to confront a highly intelligent being without feeling the urge that it is conscious. Should we trust that urge?

Consider, again, the octopus. We can tell from behavioural evidence that they are intelligent. But it is not clear how intelligent they are, or whether that is even the right question. Octopus intelligence is shaped, in part, by octopus needs – the kind of mind they have and need is dependent upon their evolutionary history, their environment, and their body-type. Given these factors, it makes sense to say that octopuses are highly intelligent. Consciousness might be closely tied to the particularities of human-like intelligence. But given how little we know about consciousness, it seems foolhardy to believe such a thing at present.

Other questions demand a hearing. Do octopuses feel pain? They certainly seem to, although the sceptic might claim that all they do is react to stimuli as if they were in pain. Are they self-aware? We do not know.

On these difficult questions, there is very little consensus. My aim here has been to work up to the questions. Because there is an obvious sense in which we all have to decide what to think about these questions. We all already interact with arguably conscious non-human animals of various levels of intelligence, and many of us will at some future point interact with arguably conscious machines of various levels of intelligence. Unlike Inky the wild octopus, speculation about consciousness in non-humans isn’t going anywhere.

https://theconversation.com/octopuses-are-super-smart-but-are-they-conscious-57846

domingo, 10 de abril de 2016

Só o duplipensar explica

Ter como fundamento o poder pelo poder – sem qualquer justificativa ou promessa, baseada num mundo futuro melhor – requer o duplipensar. O conceito foi introduzido por George Orwell (Eric Arthur Blair) no livro Nineteen Eighty-Four (1949).

 

Quase 70 anos depois estamos vendo, no Brasil de 2016, como o conceito se aplica com justeza. Quando militantes de um partido defendem que o vice Michel Temer sofra processo de impeachment porque, supostamente, teria pedalado e, ao mesmo tempo, sustentam que a presidente Dilma não pedalou (ou se pedalou isso não seria motivo para seu impedimento), sendo que o vice assinou decretos já elaborados pelo governo durante os pouquíssimos dias em que substituiu a titular, a contradição é inexplicável a não ser que lancemos mão do conceito de duplipensar.

 

Quando militantes do PT dizem que o impeachment é golpe, sendo que o PT apresentou, de 1990 a 2002, nada menos do que 50 pedidos de impeachment, de todos os presidentes que antecederam Lula no período, isso também não pode ser explicado a não ser pelo duplipensar.

 

E quando o PT diz que a culpa das dificuldades do governo Dilma é das elites, sendo que o partido governou durante mais de uma década em estreita associação com as elites, inclusive com as empreiteiras cujos dirigentes estão agora condenados e presos, como se a Odebrecht e a Andrade Gutierrez (para não falar dos aliados, de Sarney a Collor, passando por Jader e centenas de outros caciques tradicionais da política) não fossem elite, novamente não há justificativa racional para esse tipo de contorção do pensamento e exílio da lógica e da verdade, senão o exercício do duplipensamento.

 

O fato é que não se pode decifrar o comportamento dos militantes do partido do governo sem o auxílio do conceito orwelliano de duplipensar.

 

ENTENDA O QUE É DUPLIPENSAR

 

Vejamos apenas dois pequenos trechos do livro 1984 de George Orwell (1949):

 

“Saber e não saber, ter consciência de completa veracidade ao exprimir mentiras cuidadosamente arquitetadas, defender simultaneamente duas opiniões opostas, sabendo-as contraditórias e ainda assim acreditando em ambas; usar a lógica contra a lógica, repudiar a moralidade em nome da moralidade, crer na impossibilidade da democracia e que o Partido era o guardião da democracia; esquecer tudo quanto fosse necessário esquecer, trazê-lo à memória prontamente no momento preciso, e depois torná-lo a esquecer; e acima de tudo, aplicar o próprio processo ao processo. Essa era a sutileza derradeira: induzir conscientemente a inconsciência, e então, tornar-se inconsciente do ato de hipnose que se acabava de realizar. Até para compreender a palavra “duplipensar” era necessário usar o duplipensar”.

 

“Duplipensar quer dizer a capacidade de guardar simultaneamente na cabeça duas crenças contraditórias, e aceitá-las ambas. O intelectual do Partido sabe em que direção suas lembranças devem ser alteradas; portanto sabe que está aplicando um truque na realidade; mas pelo exercício do duplipensar ele se convence também de que a realidade não está sendo violada. O processo tem de ser consciente, ou não seria realizado com a precisão suficiente, mas também deve ser inconsciente, ou provocaria uma sensação de falsidade e, portanto, de culpa. O duplipensar é a pedra basilar do Ingsoc (Socialismo Inglês), já que a ação essencial do Partido é usar a fraude consciente ao mesmo tempo que conserva a firmeza de propósito que acompanha a honestidade completa. Dizer mentiras deliberadas e nelas acreditar piamente, esquecer qualquer fato que se haja tornado inconveniente, e depois, quando de novo se tornar preciso, arrancá-lo do esquecimento por tempo suficiente à sua utilidade, negar a existência da realidade objetiva e ao mesmo tempo perceber a realidade que se nega – tudo isso é indispensável. Mesmo no emprego da palavra duplipensar é necessário duplipensar. Pois, usando-se a palavra admite-se que se está mexendo na realidade; é preciso um novo ato de duplipensar para apagar essa percepção e assim por diante, indefinidamente, a mentira sempre um passo além da realidade. Em última análise, foi por meio do duplipensar que o Partido conseguiu – e, tanto quanto sabemos, continuará, milhares de anos – deter o curso da história”.

 

Em que medida pode-se afirmar que o principal fundamento da distopia imaginada por Orwell em 1984 era o duplipensar (duplipensamento)?

 

Pode-se dizer que sem o duplipensar (duplipensamento) não seria possível manter a ditadura do Grande Irmão (quer dizer, do Partido Interno) pois as pessoas, mais cedo ou mais tarde, descobririam que a realidade estava sendo continuamente falsificada.

 

Pode-se dizer ainda que o regime monstruoso de 1984 não teria a menor estabilidade sem a inoculação dessa infecção da razão pela qual a violação da lógica era rigorosamente lógica, justificando qualquer ação de interesse do partido se manter no poder.

 

Mas é preciso ver que o principal fundamento da distopia orwelliana é ter substituído os sonhos utópicos de igualdade, liberdade e abundância e as concessões para alcançá-los, pelo desiderato brutal, imposto por uma realpolitiklevada às suas últimas consequências, sem qualquer justificativa futura, do poder pelo poder (ou seja do poder como fim em si mesmo). Como disse O’Brien, sacerdote-torturador do Partido Interno, explicando ao preso Winston, do Partido Externo, os reais objetivos do Partido no poder:

 

“O Partido procura o poder por amor ao poder. Não estamos interessados no bem-estar alheio; só estamos interessados no poder. Nem na riqueza, nem no luxo, nem em longa vida de prazeres: apenas no poder, poder puro. O que significa “poder puro” compreenderá, daqui a pouco. Somos diferentes de todas as oligarquias do passado, porque sabemos o que estamos fazendo. Todas as outras, até mesmo as que se assemelhavam conosco, eram covardes e hipócritas. Os nazistas alemães e os comunistas russos muito se aproximaram de nós nos métodos, mas nunca tiveram a coragem de reconhecer os próprios motivos. Fingiam, talvez até acreditassem, ter tomado o poder sem querer, e por tempo limitado, e que bastava dobrar a esquina para entrar num paraíso onde os seres humanos seriam iguais e livres. Nós não somos assim. Sabemos que ninguém jamais toma o poder com a intenção de largá-lo. O poder não é um meio, é um fim em si. Não se estabelece uma ditadura para salvaguardar uma revolução; faz-se a revolução para estabelecer a ditadura. O objetivo da perseguição é a perseguição. O objetivo da tortura é a tortura. O objetivo do poder é o poder. Agora começou a me compreender?”

 

O DUPLIPENSAR HOJE NO BRASIL

 

No Brasil dos últimos anos estamos, de certo modo, realizando o romance distópico de Orwell. Temos no poder um partido que abandonou todas as referências éticas inspiradas em alguma utopia generosa para abraçar um misto de gramscismo com maquiavelismo cuja consequência prática nada mais é do que o poder pelo poder.

 

Mas é o duplipensar que permite que pessoas razoáveis, inteligentes, ilustradas, adotem explicações sórdidas e evidentemente falsas e que elas sabem ser falsas, mas ao mesmo tempo acreditem, em algum circuito de sua mente enferma, ser verdadeiras, o que significa que são verdadeiramente falsas, quer dizer, falsamente verdadeiras. Isto é duplipensar!

 

As elites estariam dando um golpe na democracia porque não aceitam pobre viajando de avião e, enquanto isso, o chefe do partido, supremo representante dos pobres, mantém profundos laços de amizade (além de negócios escusos) com essas mesmas elites, só se hospeda em hotéis cinco estrelas e… só viaja de jato particular. Ele também não gosta de viajar de avião junto com pobre e por isso não embarca em aeronave de carreira? É ocioso perguntar. Não há resposta racional. Só o duplipensar explica como uma pessoa consegue “ter consciência de completa veracidade ao exprimir mentiras cuidadosamente arquitetadas, defender simultaneamente duas opiniões opostas, sabendo-as contraditórias”.

 

http://dagobah.com.br

sexta-feira, 8 de abril de 2016

A farsa intelectual dos pós-modernos


Em filosofia, o pós-modernismo (não confundam com o movimento artístico) é uma reação negativa à modernidade. No geral, o termo é paradoxo, porque além de não existir algo como “pós-modernismo”, este rótulo serve para designar precisamente, filosofias abstrusas e típicas do pós-guerras inspiradas no antigo irracionalismo de Nietzsche, no existencialismo, na fenomenologia de Husserl e mais remotamente, no naturalismo (tipo o Rousseauliano, mas não o Darwinista) e até na dialética hegeliana (um livro muito bom sobre o tema é o“Explaining Postmodernism: Skepticism and Socialism from Rousseau to Foucault” de Stephen Hicks).
A ideologia pós-moderna em si teve seus precursores na Escola de Frankfurt antes do período da Segunda Guerra, mas foi só bem mais tarde que elas conseguiram se popularizar com tamanha força como vemos hoje.
Atualmente, os pós-modernos estão ligados ao círculo de Humanidades e aos movimentos político-sociais da extrema-esquerda. São grupos e partidos políticos que tomam como base os ideais da denominada New Left (ou Nova Esquerda) – um antigo movimento intelectual de esquerda que surgiu a partir da década de 60, que marcou o período do pós-guerra.
O abuso intelectual dos pós-modernos
Os pós-modernos tendem a desprezar a ciência como motor de progresso na modernidade, enxergando-a como uma ferramenta opressora. Visam também tirar a relevância epistêmica que a ciência possui em relação aos mitos, superstições e pseudociências. Para eles, a ciência não é melhor e nem pior que as religiões e mitos para explicar a realidade (aqui eles adotam o relativismo epistemológico como um dos componentes para sua base de pensamento).
Adotam o relativismo cultural ignorando suas implicações morais (um artigo muito bom sobre o tema é o “Relativismo Cultural em Pauta” do Kherian Gracher), adotam o culturalismo (um dos ramos que foram trabalhados no campo antropológico juntamente com a psicanálise), negam o universalismo filosófico, que diz que fatos universais podem ser conhecidos e, portanto, ignoram que a moral possa ser construída universalmente. Isto é, existe uma moral universal? Essa problemática não interessa aos pós-modernos.
Os pós-modernos rebaixam a orientação sexual a um mero “constructo social”, ao invés de aceitarem que ela faz parte de um componente biológico, genético, neurológico e psicológico em relação a sua origem e desenvolvimento.
Também são caracterizados como irracionalistas (todo pós-moderno é irracionalista, mas nem todo irracionalista é pós-moderno) porque desprezam a razão, a ciência e as técnicas e acreditam que a ciência está “arraigada” à ideologia de uma determinada cultura (e que ela depende única e exclusivamente do desejos pessoais de políticos e empresários). Ou seja, confundem ciência com ideologia, ciência com técnica, e culpam a ciência e a técnica pelo caos no mundo (aquecimento global, por exemplo), ao invés de perceberem que o problema é político e não no uso da técnica como motor de progresso científico-tecnológico.
Alguns exemplos dos abusos intelectuais dos pós-modernos
(Trecho retirado do texto "Os Farsantes Pós-modernos" da UFRGS.)
  1. Jean Baudrillard: Cita de forma errada ou de maneira obscura praticamente toda a física e a matemática moderna, da Relatividade à Teoria do Caos – muitas vezes num único artigo – para criar metáforas sobre a atualidade.
  2. Paul Virilio: Cita de forma errada a teoria da Relatividade, a Mecânica Quântica e o teorema de Gödel para escrever sobre o impacto da velocidade e da tecnologia na sociedade atual.
  3. Julia Kristeva: Cita forma errada praticamente toda a matemática – a lógica booleana, a topologia, a teoria dos conjuntos, o teorema de Gödel – para explicar a poesia e literatura.
  4. Gilles Deleuze e Félix Guattari: Citam de forma errada a teoria do caos, a mecânica quântica, a termodinâmica – em frases quase sempre ilegíveis – para escrever sobre filosofia e psicanálise.
  5. Regis Debray: Cita de forma errada o teorema de Gödel para explicar o “segredo de nossas misérias coletivas”. E por ai vão eles em um rosário de imposturas, como bem diz o Alan Sökal.
  6. Bruno Latour: Cita de forma errada, por exemplo, a teoria da Relatividade ao escrever sobre Sociologia da Ciência. Entretanto, ele tem um enorme fã clube entre certos “educadores em ciência”. Latour foi ironizado publicamente pelo Premio Nobel de Física Steven Weinberg por escrever ridículas abobrinhas sobre a teoria da Relatividade.
No último caso, Bruno Latour escreveu:
“Como podemos decidir se uma observação, feita num comboio, acerca do comportamento de uma pedra que cai, coincide com a observação da queda da mesma pedra feita do cais? Se há um, ou mesmo dois, sistemas de referência, não se pode encontrar nenhuma solução… A solução de Einstein é de considerar três atores.
Steven Weinberg (ganhador do prêmio Nobel de Física) respondeu de forma direta ao Latour
“Isto está errado! Na teoria da Relatividade não há dificuldade em se comparar os resultados de dois, três, ou qualquer número de observadores.
Leituras Recomendadas
Artigos
Livros
Vídeos
  • Alan Sökal sobre Ciência e o Relativismo Pós-moderno: https://youtu.be/pJlJo-Bl7Bs
  • “El Posmodernismo ¡Vaya Timo!” con Gabriel Andrade: https://youtu.be/wrg431pY9ec
  • Richard Dawkins sobre o Pós-modernismo e a Ciência: https://youtu.be/jBf84c-VEU8
http://www.universoracionalista.org/a-farsa-intelectual-dos-pos-modernos/

Por que os intelectuais odeiam o capitalismo?

por , quarta-feira, 19 de dezembro de 2012


Por que os intelectuais sistematicamente odeiam o capitalismo?  Foi essa pergunta que Bertrand de Jouvenel (1903-1987) fez a si próprio em seu artigo Os intelectuais europeus e o capitalismo.
Esta postura, na realidade, sempre foi uma constante ao longo da história.  Desde a Grécia antiga, os intelectuais mais distintos — começando por Sócrates, passando por Platão e incluindo o próprio Aristóteles — viam com receio e desconfiança tudo o que envolvia atividades mercantis, empresariais, artesanais ou comerciais.
E, atualmente, não tenham nenhuma dúvida: desde atores e atrizes de cinema e televisão extremamente bem remunerados até intelectuais e escritores de renome mundial, que colocam seu labor criativo em obras literárias — todos são completamente contrários à economia de mercado e ao capitalismo.  Eles são contra o processo espontâneo e de interações voluntárias que ocorre de mercado.  Eles querem controlar o resultado destas interações.  Eles são socialistas.  Eles são de esquerda.  Por que é assim?
Vocês, futuros empreendedores, têm de entender isso e já irem se acostumando.  Amanhã, quando estiverem no mercado, gerenciando suas próprias empresas, vocês sentirão uma incompreensão diária e contínua, um genuíno desprezo dirigido a vocês por toda a chamada intelligentsia, a elite intelectual, aquele grupo de intelectuais que formam uma vanguarda.  Todos estarão contra vocês.
"Por que razão eles agem assim?", perguntou-se Bertrand de Jouvenel, que em seguida pôs-se a escrever um artigo explicando as razões pelas quais os intelectuais — no geral e salvo poucas e honrosas exceções — são sempre contrários ao processo de cooperação social que ocorre no mercado.
Eis as três razões básicas fornecidas por de Jouvenel.
Primeira, o desconhecimento.  Mais especificamente, o desconhecimento teórico de como funcionam os processos de mercado.  Como bem explicou Hayek, a ordem social empreendedorial é a mais complexa que existe no universo.  Qualquer pessoa que queira entender minimamente como funciona o processo de mercado deve se dedicar a várias horas de leituras diárias, e mesmo assim, do ponto de vista analítico, conseguirá entender apenas uma ínfima parte das leis que realmente governam os processos de interação espontânea que ocorrem no mercado.  Este trabalho deliberado de análise para se compreender como funciona o processo espontâneo de mercado — o qual só a teoria econômica pode proporcionar — desgraçadamente está completamente ausente da rotina da maior parte dos intelectuais.
Intelectuais normalmente são egocêntricos e tendem a se dar muita importância; eles genuinamente creem que são estudiosos profundos dos assuntos sociais.  Porém, a maioria é profundamente ignorante em relação a tudo o que diz respeito à ciência econômica.
A segunda razão, a soberba. Mais especificamente, a soberba do falso racionalista.  O intelectual genuinamente acredita que é mais culto e que sabe muito mais do que o resto de seus concidadãos, seja porque fez vários cursos universitários ou porque se vê como uma pessoa refinada que leu muitos livros ou porque participa de muitas conferências ou porque já recebeu alguns prêmios.  Em suma, ele se crê uma pessoa mais inteligente e muito mais preparada do que o restante da humanidade.  Por agirem assim, tendem a cair no pecado fatal da arrogância ou da soberba com muita facilidade.
Chegam, inclusive, ao ponto de pensar que sabem mais do que nós mesmos sobre o que devemos fazer e como devemos agir.  Creem genuinamente que estão legitimados a decidir o que temos de fazer.  Riem dos cidadãos de ideias mais simplórias e mais práticas.  É uma ofensa à sua fina sensibilidade assistir à televisão.  Abominam anúncios comerciais.  De alguma forma se escandalizam com a falta de cultura (na concepção deles) de toda a população.  E, de seus pedestais, se colocam a pontificar e a criticar tudo o que fazemos porque se creem moral e intelectualmente acima de tudo e todos. 
E, no entanto, como dito, eles sabem muito pouco sobre o mundo real.  E isso é um perigo.  Por trás de cada intelectual há um ditador em potencial.  Qualquer descuido da sociedade e tais pessoas cairão na tentação de se arrogarem a si próprias plenos poderes políticos para impor a toda a população seus peculiares pontos de vista, os quais eles, os intelectuais, consideram ser os melhores, os mais refinados e os mais cultos.
É justamente por causa desta ignorância, desta arrogância fatal de pensar que sabem mais do que nós todos, que são mais cultos e refinados, que não devemos estranhar o fato de que, por trás de cada grande ditador da história, por trás de cada Hitler e Stalin, sempre houve um corte de intelectuais aduladores que se apressaram e se esforçaram para lhes conferir base e legitimidade do ponto de vista ideológico, cultural e filosófico.
E a terceira e extremamente importante razão, o ressentimento e a inveja.  O intelectual é geralmente uma pessoa profundamente ressentida.  O intelectual se encontra em uma situação de mercado muito incômoda: na maior parte das circunstâncias, ele percebe que o valor de mercado que ele gera ao processo produtivo da economia é bastante pequeno.  Apenas pense nisso: você estudou durante vários anos, passou vários maus bocados, teve de fazer o grande sacrifício de emigrar para Paris, passou boa parte da sua vida pintando quadros aos quais poucas pessoas dão valor e ainda menos pessoas se dispõem a comprá-los.  Você se torna um ressentido.  Há algo de muito podre na sociedade capitalista quando as pessoas não valorizam como deve os seus esforços, os seus belos quadros, os seus profundos poemas, os seus refinados artigos e seus geniais romances. 
Mesmo aqueles intelectuais que conseguem obter sucesso e prestígio no mercado capitalista nunca estão satisfeitos com o que lhes pagam.  O raciocínio é sempre o mesmo: "Levando em conta tudo o que faço como intelectual, sobretudo levando em conta toda a miséria moral que me rodeia, meu trabalho e meu esforço não são devidamente reconhecidos e remunerados.  Não posso aceitar, como intelectual de prestígio que sou, que um ignorante, um parvo, um inculto empresário ganhe 10 ou 100 vezes mais do que eu simplesmente por estar vendendo qualquer coisa absurda, como carne bovina, sapatos ou barbeadores em um mercado voltado para satisfazer os desejos artificiais das massas incultas."
"Essa é uma sociedade injusta", prossegue o intelectual.  "A nós intelectuais não é pago o que valemos, ao passo que qualquer ignóbil que se dedica a produzir algo demandado pelas massas incultas ganha 100 ou 200 vezes mais do que eu".  Ressentimento e inveja.
Segundo Bertrand de Jouvenel,
O mundo dos negócios é, para o intelectual, um mundo de valores falsos, de motivações vis, de recompensas injustas e mal direcionadas . . . para ele, o prejuízo é resultado natural da dedicação a algo superior, algo que deve ser feito, ao passo que o lucro representa apenas uma submissão às opiniões das massas.
[...]
Enquanto o homem de negócios tem de dizer que "O cliente sempre tem razão", nenhum intelectual aceita este modo de pensar.
E prossegue de Jouvenel:
Dentre todos os bens que são vendidos em busca do lucro, quantos podemos definir resolutamente como sendo prejudiciais?  Por acaso não são muito mais numerosas as ideias prejudiciais que nós, intelectuais, defendemos e avançamos?
Conclusão
Somos humanos, meus caros.  Se ao ressentimento e à inveja acrescentamos a soberba e a ignorância, não há por que estranhar que a corte de homens e mulheres do cinema, da televisão, da literatura e das universidades — considerando as possíveis exceções — sempre atue de maneira cega, obtusa e tendenciosa em relação ao processo empreendedorial de mercado, que seja profundamente anticapitalista e sempre se apresente como porta-voz do socialismo, do controle do modo de vida da população e da redistribuição de renda.

http://www.mises.org.br/Article.aspx?id=1487

Jesús Huerta de Soto , professor de economia da Universidade Rey Juan Carlos, em Madri, é o principal economista austríaco da Espanha. Autor, tradutor, editor e professor, ele também é um dos mais ativos embaixadores do capitalismo libertário ao redor do mundo. Ele é o autor de A Escola Austríaca: Mercado e Criatividade EmpresarialSocialismo, cálculo econômico e função empresarial e da monumental obra Moeda, Crédito Bancário e Ciclos Econômicos.