segunda-feira, 17 de outubro de 2016

El poder, los valores morales y el Intelectual - Entrevista a Foucault



por Michael Bess
(Traducción: Francisco Larrabe)
Esta entrevista se realizó el 3 de noviembre de 1980 por Michael Bess, estudiante graduado del Departamento de Historia en la Universidad de California, Berkeley. Foucault se encontraba en Berkeley para ofrecer las conferencias Howison (“Subjetivación y verdad”) los días 20-21 de octubre de 1980. Extractos de la entrevista aparecieron en un artículo escrito por el propio Bess y publicado el 10 de noviembre de 1980 en el diario estudiantil Daily Californian, de dicha universidad. La entrevista se desarrolló en francés y fue traducida por el propio Michael Bess.
Hace un momento usted me contaba que es moralista…
En cierto sentido lo soy, en la medida en que creo que uno de los propósitos, uno de los sentidos de la existencia humana – la fuente de su libertad – es no aceptar nunca nada como definitivo, intocable, obvio o inmóvil. No se debería aceptar que ningún aspecto de la realidad se convierta en ley definitiva y anti humana para nosotros.
Sin embargo, necesitamos aferrarnos, incluso de manera provisoria.
Sí, es cierto. Esto no significa que uno deba vivir en una discontinuidad indefinida. A lo que me refiero es que uno debe considerar todos los puntos de fijación, de inmovilización, como si fuesen elementos tácticos, estratégicos; como parte de un esfuerzo por devolver las cosas a su movilidad original, a su apertura al cambio.
Te mencionaba anteriormente los tres elementos de mi moral. Estos son (1) la negación a aceptar como evidente las cosas que se nos proponen; (2) la necesidad de analizar y conocer, dado que no podemos llevar a cabo nada sin la reflexión y el entendimiento – de ahí el principio de curiosidad; y (3) el principio de innovación: buscar en nuestras reflexiones aquellas cosas que nunca han sido pensadas o imaginadas. En resumen: negación, curiosidad, innovación.
Me parece que el concepto que tiene la filosofía moderna respecto del sujeto supone estos tres principios. Me refiero a que la diferencia entre sujeto y objeto es precisamente que el sujeto es capaz de negarse, de generar innovación. Por tanto, ¿su trabajo ataca la tendencia a cristalizar esta noción de sujeto?
Lo que estaba explicando era el campo de valores dentro del cual sitúo mi trabajo. Me preguntaste antes si yo era un nihilista que rechaza la moralidad. Te respondí que no. También me estuviste preguntando “por qué hace el trabajo que hace”
Estos son los valores que propongo. Pienso que la teoría moderna del sujeto, la filosofía moderna del sujeto, muy bien podría ser capaz de otorgar al sujeto una capacidad para la innovación, etc., pero que, sin embargo, en la actualidad la filosofía moderna sólo lo hace en un nivel teórico. En la realidad no es capaz de traducir en una práctica estos diferentes valores que estoy tratando de elaborar en mi propio trabajo.
¿El poder puede ser abierto y fluido, o es intrínsecamente represivo?
El poder no debe ser entendido como un sistema opresivo que somete desde la altura a los individuos, castigándolos con prohibiciones sobre esto o aquello. El poder es un conjunto de relaciones. ¿Qué significa ejercer el poder? No significa tomar esta grabadora y arrojarla contra el suelo. Tengo las capacidades para hacerlo, tanto material como física y anímica. Sin embargo, si la azoto contra el suelo con el propósito de hacerte enojar o que no puedas reproducir lo que he dicho, o presionarte de modo que te comportarás de tal o cual manera o para intimidarte; pues bien, lo que he hecho al moldear tu comportamiento mediante ciertos medios, eso es poder.
Esto quiere decir que el poder es una relación entre dos personas, una relación que no está en el mismo orden de la comunicación (incluso si estás obligado a servirme como instrumento de comunicación). No es lo mismo que decirte “el clima está agradable” o “nací en tal o cual día”.
Ejerzo poder sobre ti: influyo en tu comportamiento o intento hacerlo. Intento guiarlo, conducirlo. Y la manera más sencilla es, obviamente, tomándote de la mano y obligarte a que vayas a donde quiero. Ese es el caso límite, el grado cero del poder. Y es precisamente en ese momento en que el poder deja de serlo y se convierte en simple fuerza física. Por el contrario, si uso mi edad, mi posición social, el conocimiento que pueda tener sobre determinado tema para hacer que te comportes de un modo particular – es decir, no te estoy forzando a algo sino que te estoy dejando completamente libre – ahí es cuando empiezo a ejercer poder. Está claro que no debemos definir el poder como un acto violento y opresor que reprime a los individuos forzándolos a hacer algo o evitando que hagan algo distinto. Sino que el poder tiene lugar cuando existe una relación entre dos sujetos libres y esta relación es desigual, de modo que uno puede actuar sobre el otro, y ese otro es guiado o permite que lo guíen.
Por tanto, el poder no siempre es represivo. Puede tomar varias formas. Y es posible tener relaciones de poder que son abiertas.
¿Son relaciones equitativas?
Nunca son equitativas porque la relación de poder es desigual. Pero puedes tener sistemas de poder reversibles. Tomemos, por ejemplo, lo que sucede en una relación erótica – no estoy hablando de una relación amorosa sino simplemente una relación erótica. Pues bien, tienes claro que es un juego de poder y la fuerza física no es necesariamente el elemento más importante aquí. Ambos tienen una cierta manera de actuar en el comportamiento del otro, moldeándolo y determinándolo. Uno de los dos puede usar esta situación de un modo determinado y luego generar el inverso exacto con respecto al otro. Pues bien, ahí tienes una forma específica y pura de poder reversible.
Las relaciones de poder no son en sí mismas formas represivas. Lo que sucede es que en las sociedades, o en la mayoría de ellas, se crean organizaciones para mantener cristalizadas las relaciones de poder, para mantener dichas relaciones en un estado de asimetría, de modo que un cierto número de personas obtienen una ventaja social, económica, política, institucional, etc. Y esto cristaliza la situación. Eso es lo que uno llama poder, en el sentido estricto del término: es un tipo específico de relación de poder que ha sido institucionalizado, cristalizado e inmovilizado para beneficios de algunos y perjuicio de otros.
Pero, ¿son ambas partes de la relación victimas del poder?
¡No del todo! Sería forzar demasiado la idea si decimos que aquellos que ejercen el poder son víctimas. De cierta manera es verdad que pueden quedar atrapados en la trampa, dentro de su propio ejercicio de poder; pero no son tan victimas como los otros. Inténtalo…ya verás [risas].
¿Está alineado con la posición de los marxistas?
No lo sé. Verás, no estoy seguro de saber qué es el marxismo en realidad y no creo que exista como algo abstracto. Para mala o buena suerte de Marx, su doctrina ha sido adoptada casi siempre por organizaciones políticas y es, después de todo, la única teoría cuya existencia siempre ha estado atada a organizaciones sociopolíticas que fueron extraordinariamente fuertes y volátiles, hasta el punto de convertirse en aparatos del Estado.
De manera que cuando mencionas al marxismo, te pregunto a cuál te refieres, ¿el que se enseña en la República Democrática Alemana (marxismo-leninista); el vago, desaliñado y bastardo concepto que usan algunos como George Marchais; o el cuerpo doctrinario que sirve como punto de referencia para algunos historiadores ingleses? En otras palabras, no sé lo que es el marxismo. Intento luchar con los objetos de mi propio análisis, por lo que cuando uso un concepto utilizado tanto por Marx o los marxistas, un concepto útil y tolerable, para mí es indiferente. Siempre me he negado a considerar como factor decidor el estar o no de acuerdo con el marxismo a la hora de negar o aceptar lo que digo. No me podría importar menos.
¿Tiene algunas ideas respecto de un sistema de poder que ordene a la masa de seres humanos en el planeta, un sistema de gobierno que no se convierta en una forma de poder represiva?
Un programa de poder puede tomar tres formas. Por un lado, ¿cómo ejercer un poder que sea efectivo y posible (en esencia, cómo reforzarlo)? O, por otro lado, la postura inversa: ¿cómo anular el poder, qué puntos atacar para derrumbar la cristalización del poder ya existente? Y por último, la postura intermedia: ¿de qué manera limitar las relaciones de poder tan encarnadas y desarrolladas en una sociedad específica?
Pues bien, la primera postura no me interesa: crear un programa de poder que ejerza el poder más que antes. La segunda postura es interesante, pero me complica que se deba considerar esencialmente bajo el propósito de sus objetivos concretos: las luchas que uno desea emprender. Y esto significa, precisamente, que uno no debe hacer de ella una teoría a priori.
En cuanto a la postura intermedia – ¿cuáles son las condiciones aceptables del poder? – digo que estas condiciones aceptables para el ejercicio del poder no pueden ser definidas a priori. Ellas son siempre el resultado de relaciones de fuerza dentro de una sociedad. Y en tal situación sucede que un cierto desequilibrio en las relaciones de poder es, en efecto, tolerado por un periodo de tiempo por aquellas víctimas que están en una posición más desfavorable. Esto no quiere decir que semejante situación sea aceptable. Ellos son conscientes de esto desde el primer momento, de modo que después de pocos días, años, siglos, las personas siempre terminan resistiéndose y ese viejo compromiso ya no funciona. Eso es. Pero no se puede dar una fórmula definitiva para el ejercicio óptimo del poder.
¿Quiere decir que algo se cristaliza en las relaciones de poder entre las personas y que se vuelve intolerable después de un tiempo?
Claro, a pesar de que a veces sucede de inmediato. Las relaciones de poder, tal como se expresan en una determinada sociedad, no son sino la cristalización de una relación de fuerzas. Y no hay ninguna razón para que estas cristalizaciones de las relaciones de fuerza deban ser formuladas como una teoría ideal de dichas relaciones.
Dios sabe que no soy un estructuralista o un lingüista o algo por el estilo, pero, verás, es casi como si un filólogo quisiera decir “bien, así es como el lenguaje debe ser hablado, así es como el inglés o francés debe ser hablado”. ¡Pero no! Uno puede describir de qué manera un lenguaje es hablado en un determinado momento, uno puede decir lo que es comprensible y lo que es inaceptable, incomprensible. Y es todo lo que uno puede decir. Por otro lado, sin embargo, esto no significa que este tipo de trabajo en relación al lenguaje no permita innovaciones.
Es una posición que se rehúsa a hablar en términos positivos, excepto para el momento presente.
Desde el momento en que uno concibe el poder como un ensamble de relaciones de fuerza, no puede haber ninguna definición programática de un estado óptimo de fuerzas, a menos, claro, que uno fije posiciones al decir “quiero que el blanco ario, de raza pura tome el poder y lo ejerza”, o incluso, “quiero que el proletariado ejerza el poder y quiero que lo haga de manera absoluta”. En ese momento sí se ha establecido un programa para la construcción del poder.
¿Es intrínseco a la existencia humana que su organización se transforme en una forma represiva de poder?
Sí. Por supuesto. Tan pronto como haya personas que se encuentren en una posición – dentro del sistema de relaciones de poder – donde puedan actuar sobre otros y determinar la vida y el comportamiento de éstos, pues bien, la vida de esas otras personas no será del todo libre. Como resultado, dependiendo del umbral de tolerancia y de un gran número de variables, la situación será más o menos aceptada, pero nunca completamente. Siempre habrá personas que se rebelen, que se resistan.
Permítame poner otro ejemplo. Si un niño quiere rayar las murallas de una casa, ¿sería represivo impedir que lo haga? ¿En qué punto uno dice “¡Basta!”?
[…] Si acepto la idea que frecuentemente se tiene del poder – vale decir, que es algo horrible y represivo para el individuo – es evidente que evitar que un niño raye las murallas sería una tiranía insoportable. Pero eso no es el poder: Yo digo que el poder es una relación. Una relación en la que uno guía el comportamiento de los otros. Y no hay ninguna razón para decir que la manera de guiar el comportamiento de los otros no puede tener, en última instancia, un resultado positivo, valioso, interesante, etc. Si yo tengo un hijo, te aseguro que no rayaría en las murallas; y si lo hiciera, sería contra mi voluntad. ¡Incluso el solo pensarlo!
Es complicado…a veces uno tiene que cuestionar constantemente.
¡Sí, sí! ¡Así es! Un ejercicio de poder nunca debe ser algo evidente. No significa que porque seas el padre tienes derecho a golpear a tu hijo. A menudo, incluso, no castigarlo es también una manera de moldear su comportamiento. Este es un dominio de relaciones bastante complejo que exige una reflexión constante. Y cuando uno piensa en el cuidado con que los sistemas semióticos han sido analizados en nuestra sociedad, para develar su valor significante [valeur signifiante], ha existido un relativo descuido de los sistemas para el ejercicio del poder. No se le ha dado la suficiente atención a este complejo ensamble de conexiones.
Su postura escapa continuamente de la teorización. Tiene que rehacerse una y otra vez.
Es una práctica teórica, si tú quieres. No es una teoría sino más bien una manera de teorizar la práctica. […] Como mi posición aún no ha sido esclarecida del todo, a veces la gente piensa que soy una suerte de anarquista radical que tiene un profundo odio hacia el poder. ¡No! Lo que trato de hacer es abordar este fenómeno tremendamente importante y confuso que es el ejercicio del poder en nuestra sociedad, con la mayor reflexión y prudencia. Prudencia en mi análisis, en los postulados morales y teóricos que empleo. Intento averiguar qué está en juego. Pero cuestionando las relaciones de poder de la manera más escrupulosa y atenta posible, examinando todos los ámbitos de su ejercicio, que no es lo mismo que construir una mitología del poder como si fuera la bestia del apocalipsis.
¿Hay temas positivos en su concepto sobre lo que es bueno? En la práctica, ¿cuáles son los elementos morales en los que basa sus acciones?
Ya te los dije: negación, curiosidad e innovación.
Pero, ¿no son todas ellas negativas en cuanto al contenido?
La única ética que puedes tener con respecto al ejercicio del poder, es la libertad de los otros. Yo no le digo a la gente “hagan el amor de esta manera, tengan hijos, vayan a trabajar”.
Debo admitir que estoy un tanto perdido al no tener puntos de orientación en su mundo, hay demasiada apertura.
Escucha, escucha… ¡No es tan difícil! No soy un profeta; no soy un organizador; no quiero decirle a la gente qué debe hacer. No voy a decirles “¡esto es bueno para ti, esto no!”.
Intento analizar una situación real en sus diversas complejidades, con el propósito de permitir la negación, la curiosidad y la innovación.
Y con respecto a su vida personal, eso ya es distinto…
¡Pero a nadie le incumbe!
Pienso que en el fondo de todo esto hay un malentendido sobre la función de la filosofía, del intelectual, del conocimiento en general: y es que les concierne a ellos decirnos qué es bueno.
¡Pues no! ¡No, no, no! No es responsabilidad de ellos. Ellos ya son bastante propensos a interpretar ese papel. Por dos mil años han estado diciéndonos qué es bueno, con todas las consecuencias catastróficas que eso ha generado.
Hay un juego terrible aquí, un juego que oculta una trampa en la que los intelectuales tienden a decir lo que es bueno, y las personas no encuentran nada mejor que les digan lo que es bueno, cuando sería mejor que empezaran a gritar “¡esto es malo!”
Pues bien, cambiemos el juego. Digamos que los intelectuales ya no tendrán el rol de decir lo que es bueno. Por tanto, dependerá de las propias personas, basando su juicio en los múltiples análisis de realidad que se les ofrezcan, trabajar o comportarse espontáneamente, de manera que puedan definir por sí mismos qué es bueno para ellos.
Lo bueno a veces surge a través de la innovación. Lo bueno no existe como tal en un cielo atemporal con personas que serían como los Astrólogos del Bien, cuyo trabajo es determinar cuál es la naturaleza favorable de las estrellas. Lo bueno es definido por nosotros, se practica, se inventa. Y es un trabajo en conjunto.
¿Está más claro ahora?

[Fuente en español: https://defilosofia.com/

segunda-feira, 10 de outubro de 2016

Totalitário é o governo que quer cuidar cada vez mais dos súditos

Luiz Felipe Pondé
publicado 10.10.2016
Folha/SP
"Totalitário é o governo que quer cuidar cada vez mais dos súditos"
"A vocação totalitária em política não é algo fácil de se entender. O primeiro erro é achar que o governo totalitário o é porque deseja o mal para seus súditos. Não: o que caracteriza um governo totalitário é querer cuidar cada vez mais da vida de seus súditos.
Se você perguntar para um prefeito totalitário a razão de ele querer mandar em sua vida, ele dirá apenas que você não o entende e que ele quer apenas o seu bem. O totalitarismo moderno é o pecado dos governantes que têm grandes projetos para sua vida. E isso é muito difícil de entender, porque quase todo mundo hoje pensa que governantes com projetos de mundo ou sociedade são bons.
O filósofo britânico Michael Oakeshott (século 20), um desconhecido entre nós, costumava dizer que se mede a qualidade positiva de um governante pela ausência de teorias de mundo em sua mente.
A rigor, um governante "ideal" seria alguém que não tem qualquer projeto para a sociedade que governa a não ser manter a ordem, a infraestrutura, a garantia de que a economia seja livre (sem protecionismos ou assistencialismos). Enfim, o "ideal" seria garantir que ele atrapalhará a vida das pessoas o mínimo possível.
Nesse sentido, a pior coisa do mundo seria um governante que tem uma "visão de cidade", uma "visão de sociedade" ou uma "visão de educação" para seus súditos. O totalitarismo é fruto de um projeto de bem social e político. A primeira marca de um totalitário é ele ter certeza que representa o bem para todos.
O filósofo romeno Emil Cioran (século 20) costumava dizer que vizinhos muito preocupados com o prédio se tornam facilmente vizinhos autoritários. Basta alguém achar que sabe como você deveria viver para essa pessoa ou governo se tornar totalitário.
O que ninguém quer entender é que o fascismo sempre se viu como um projeto para o bem do mundo. Enquanto o "amor" que o fascismo nutria pelo mundo não for reconhecido plenamente, o risco da "bondade do bons" jamais será plenamente identificado. É necessário vermos o prefeito fascista com os olhos que ele (e seu seguidores) o veem: com os olhos do "amor" que ele nutre em ensinar a você como você deve viver.
Vejamos um exemplo dramático disso. A cidade de Roterdã, na Holanda, tem um novo projeto de lei proposto por um dos tipos mais totalitários do mundo moderno: o "educador". Segundo esse projeto, mulheres "incapazes para a maternidade" serão obrigadas a tomar contraceptivos. Essas mulheres são mulheres que usam drogas, que não têm domicílio fixo, portadoras de alguma doença importante diagnosticada ou prostitutas. Os "inteligentinhos", na pobreza de espírito que os caracteriza, não percebem aqui o totalitarismo porque na Holanda se anda de bike.
Essas mulheres seriam "acompanhadas" por psicólogos e assistentes sociais a fim de determinar a capacidade delas em exercer uma possível maternidade.
Os proponentes da lei entendem que há um risco totalitário na ideia, porém "escolhem respeitar o direito das crianças" em detrimento do direito das mulheres de serem mães. Você pode, talvez, se perguntar onde estariam essas crianças cujo direito deveria ser respeitado. Você pergunta isso porque não entendeu (e a culpa não é sua, é duro mesmo perceber quais crianças são essas a serem respeitadas) que o direito aqui em jogo é "o direito de uma criança não nascer".
Evidente que estamos aqui muito além do aborto. Estamos aqui diante de uma lei que decide quem deve ou não nascer em nome de um estatuto que diz cuidar dos direitos das crianças.
A intenção por trás desse blá-blá-blá é limpar a cidade de crianças que poderão custar caro para o Estado. Mas, de novo, os "inteligentinhos" ficam confusos porque na Holanda se anda de bike e, quando se anda de bike, creem eles, sempre se carrega o bem no coração.
A mentira é que não se trata de "direito" de criança nenhuma, mas, sim, de um forma de higienizar o mundo. O "amor" pelo mundo melhor é uma das maiores misérias modernas. Não confio em gente que "ama" o mundo. Uma obsessão que custará a passar, mas passará, como tudo mais."

Denuncian que la mejor tierra neuquina ya está en manos extranjeras

09 OCTUBRE 2016

Hay casos de 100 mil hectáreas que tienen un solo dueño. Por dar un ejemplo solo el norteamericano Ted Turner tiene casi 37.000 hectáreas en el Departamento de Collón Curá.




 Millonarios de distintas partes del mundo se están quedando con las porciones de tierra más cotizadas en la provincia de Neuquén, además de ser las que aportan los mayores recursos naturales y bellezas paisajísticas. Tal es el caso del departamento Lácar, donde entre un 30 y un 60 por ciento de estas superficies pertenecen a extranjeros, al igual que Collón Curá (15 al 30% del total) y Los Lagos, que registra entre un 10 y un 15%.
Los números figuran en el último registro nacional de tierras rurales e involucra, en estos casos, a las zonas adyacentes a San Martín de los Andes, Villa La Angostura, Piedra del Águila, Villa Traful y Meliquina.
Si bien los títulos de propiedad no superan en promedio el 15 por ciento que marca la ley 26737 que regula este tema, se estima que ese umbral fue superado, dado que existen miles de hectáreas no escrituradas que fueron compradas y están a la espera de ser transferidas a sus nuevos dueños.
El dato más curioso es que, en algunos casos, detrás del nombre bien criollo de algunas de las sociedades que aparecen como dueñas de gigantescas extensiones de tierra, figuran magnates extranjeros que se dedican a distintos rubros y que tienen diversificados sus negocios por todo el planeta.
En un listado de empresas al que pudo acceder este diario figura, por ejemplo, la Estancia Alicurá SA (departamento Lácar), cuyo propietario fue hasta 2013 Ward Lay, magnate de las papas fritas Lay’s y Pepsi, quien adquirió 80.000 hectáreas en donde hasta hoy funciona un proyecto turístico con alojamiento cinco estrellas, coto de caza y lodges de pesca. El emprendimiento quedó en manos de un empresario de Buenos Aires llamado José María Barale, quien conservó hasta la actualidad el nombre de la sociedad.
Apropiación de lo público
La Primavera Argentina LLC no es otra cosa que Estancia La Primavera, cuyo propietario es el polémico empresario y creador de la cadena CNN, Ted Turner, quien llegó a la provincia a mediados de los 90. Hoy, Turner posee 36.942 hectáreas en el departamento de Collón Curá y otras 1980 en Los Lagos. El millonario norteamericano tuvo en su momento distintos pleitos con turistas y lugareños, dado que encadenó los accesos a los ríos Traful y Minero, y hasta enrejó un puente.
También está Pichachen SA, cuyo representante en Argentina es Ashley Carrithers, un agente norteamericano con negocios en la Patagonia. Se dedica a la producción de maní y cuenta con unas 15.000 hectáreas en el departamento de Ñorquin, en el centro de la provincia. Allí no se da un alto porcentaje de tierras con dueños extranjeros, dado que se llega como máximo al cinco por ciento del total.
Sin embargo, en la zona existe un ejemplo emblemático de la apropiación del espacio público, al estilo Turner. Se trata de una sociedad chilena, encabezada por Roberto Hiriart, sobrino del fallecido dictador Augusto Pinochet. Hiriart posee una fastuosa estancia de 100 mil hectáreas en la base del volcán Copahue y alambró un importante curso de agua de deshielo que abarca parte de la laguna Los Carrizo y el arroyo Hualcupén.
Porcentaje de extranjerización por departamento
Metodología
Volviendo al departamento Lácar, una sociedad que sí figura con el nombre de su propietario es la firma Gernot Langes-Swarovski & Co, cuyo titular es un austríaco, bisnieto de Daniel Swarovski, quien creó una marca líder a nivel mundial en cristal tallado. Los miembros de esta familia poseen participaciones en la empresa privada y Gernot está en la lista de multimillonarios de la revista Forbes.
Esta sociedad hizo 54 compras de terrenos por menos de una hectárea y otras tres adquisiciones más grandes por 1948 hectáreas, 1667 y 164 para totalizar a la actualidad más de 3800 hectáreas. La mecánica utilizada por Swarovski explica la manera en que los magnates logran su cometido. En el centro y norte de la provincia lo usual es la compra de hectáreas fiscales al Estado y terrenos privados a campesinos. En el sur se adquiere alguna estancia para luego anexarla a otros lotes pequeños.
Denuncia y proyecto de ley
El diputado provincial por UNE Mariano Mansilla presentó un recurso de amparo para frenar un decreto de Nación que, a su entender, flexibiliza la ley 26737. En sus considerandos, el gobierno de Mauricio Macri solicita que se “faciliten y posibiliten las inversiones en el país, se contemplen cuestiones no reguladas y se aclaren otras que han traído dificultades en la práctica inmobiliaria, societaria y comercial”. Mansilla cita en su amparo que la ley en cuestión establece que “no se entenderá como inversión la adquisición de tierras rurales, por tratarse de un recurso natural no renovable que aporta el país receptor”.
“El decreto que hizo Macri es a la medida de Lewis para Lago Escondido y nos perjudica de rebote a Neuquén. Les baja las condiciones de transferencias que la ley establece como requisitos, el decreto saca todo eso”, apuntó. El diputado indicó que impulsará, además, una legislación provincial de protección y regulación de los recursos neuquinos. Dijo que “se vendieron lotes como estancias y un latifundio ocioso que está prohibido”.(LM Neuquén)


 http://www.laangosturadigital.com.ar/regionales/denuncian-que-la-mejor-tierra-neuquina-ya-esta-en-manos-extranjeras








domingo, 9 de outubro de 2016

Por que o movimento LGBT apoia aqueles que mais os perseguiram na história?



Alguns dias antes da votação do impeachment, refletia sobre a realidade da militância no Brasil: foi nítido que a comunidade LGBT apoiou fortemente a luta “contra o golpe”. Bandeiras dos movimentos eram vistas nas passeatas em defesa do governo, a opinião LGBT quase que unânime esteve a favor do PT, o grito de guerra era uníssono e ensaiado.

Sendo libertário, enxergo as manobras dos movimentos sociais a luz de teorias políticas e traço panoramas que pessoas de fora do mundo libertário não conseguem enxergar.
O maior erro que o movimento LGBT já cometeu na sua história foi se politizar. O meio político é o verdadeiro destruidor de lares, tem o poder de colocar grandes amigos uns contra os outros por mera discordância, e pior, colocar uma sociedade inteira contra si mesma.
Enquanto no mundo capitalista o movimento LGBT começava a conquistar suas primeiras liberdades, no mundo socialista eram vistos como uma praga. Nas palavras do líder soviético Joseph Stalin, o homossexualismo era uma doença burguesa, visão repetida pelos demais líderes socialistas como Che Guevara e Fidel Castro, que fuzilaram homossexuais e são idolatrados até hoje pela esquerda, inclusive pelos LGBTs. Com o andar da carruagem, a esquerda revolucionária percebeu não ser mais possível dividir apenas a sociedade entre proletários e burgueses, era preciso criar outras novas classes e colocá-las para se odiar e se tornarem massas de manobra política. É ai que entra a comunidade LGBT no meio político. Esta se tornou um novo alvo a ser cooptado por aqueles que pretendem chegar ao poder e implantar os seus ideologismos.
Mas como fazer para que uma classe tão perseguida pelo esquerdismo revolucionário siga os passos dos seus algozes? Como fazer a comunidade LGBT adorar comunistas homofóbicos, regimes totalitários, partidos que defendem abertamente as sanguinárias revoluções socialistas e os regimes teocráticos do Oriente Médio, além de sistemas econômicos que lhes impedem de acumular riqueza e consequentemente melhorar sua qualidade de vida?
Isso se deve ao marxismo gramscista, uma tática da esquerda revolucionária para chegar ao poder e nele se perpetuar. Do marxismo se absorve a ideia de dividir a sociedade em classes, colocando-as para conflitarem, e do gramscismo se absorve a tática de ocupar todos os espaços de difusão de conhecimento, assim, toda informação que chegue aos ouvidos dos cidadãos estará contaminada.
Essa batalha que a esquerda travou no Brasil não usa armas de fogo, mas sim esforços para ocupar todos os espaços possíveis, fazendo sua voz atingir o número máximo de pessoas. Dominando-se a difusão do conhecimento, a história pode ser reescrita conforme a vontade do seu escritor. O movimento revolucionário que atua no Brasil desde seus primórdios tratou de reverter a história a seu favor, limpando os rastros de sangue que deixaram por onde passaram, transformando os piores facínoras que o mundo já conheceu em verdadeiros heróis divinos.
Foram necessárias ocupações de universidades, escolas, jornais, rádios, revistas, sindicatos, associações de bairro e agremiações estudantis para que a história distorcida contada não fugisse do controle. O cerceamento do contraditório inibe ou reduz a capacidade de estabelecer paradoxos, racionalizações e questionamentos, o que culmina em indivíduos que pouco a pouco aceitam a trama como se realidade fosse.
Tudo isso não passa de um processo lento e gradual de transformação do indivíduo em uma massa de modelar pronta para ser amoldada conforme vontade daqueles que promovem este processo. É a redução do indivíduo ao mínimo possível, é a redução do indivíduo a um pensamento, a um comportamento ou a uma mera característica de sua existência. E foi exatamente isso o que aconteceu com o movimento LGBT no Brasil.
Quando homossexuais apontam o dedo para outros para os acusar de “homofóbicos” por mera discordância política, quando utilizam gritos de “homofóbicos, intolerantes, opressores” contra qualquer um que não concorde com suas pautas, quando reagem com gritos de “coxinha, burguês, tucano, neoliberal” às pessoas que se posicionam contra o governo do PT ou quando culpam toda a sociedade por um homossexual morto, vemos o produto de um processo que teve como finalidade reduzir indivíduos a mera condição de homossexual, a um processo que fez o indivíduo se despir de sua existência livre e se enxergar meramente como parte de um todo agregado que se resume a ser LGBT.
A verdade é que a comunidade LGBT no Brasil aceitou o papel de um rebanho facilmente guiável por um senhor que levante a bandeira do arco-íris e diga “Aqui estou!”. O governo do PT sempre fez propaganda pautada no público LGBT, fazendo deste uma verdadeira massa de manobra política barganhando votos. No entanto, o PT nunca cumpriu as promessas que fez em épocas de campanha. Atualmente, Jean Wyllys se diz oposição ao governo petista, mas não perde uma chance de defendê-lo. Em meio à crise política, ele foi incapaz de pressionar o governo por realizações de suas promessas, preferindo apontar o dedo para a oposição para chamá-los de golpistas. De tanto isto se repetir, cada vez mais pessoas enxergam os LGBTs como objetos políticos, aumentando a rejeição às suas pautas.
A estratégia de politização do movimento LGBT no Brasil não tinha outra finalidade se não a de formar militantes aptos a defender toda a estrutura revolucionária sem ao menos questionar o motivo. O fortalecimento do lado contrário às pautas homossexuais é produto da postura tomada pela comunidade LGBT, a qual se tornou uma arma de disputa política, deixando de lado a luta pela liberdade.

www.ilisp.org/artigos/por-que-o-movimento-lgbt-apoia-aqueles-que-mais-os-perseguiram-na-historia/

domingo, 2 de outubro de 2016

The right to vote should be restricted to those with knowledge?

is associate professor of strategy, economics, ethics and public policy at Georgetown University. His latest book, together with Peter Jaworski, is Markets Without Limits (2015), and he is currently writing Against Politics, under contract with Princeton University Press.

o should hold power: the few or the many? Concentrating power in the hands of a few – in monarchy, dictatorship or oligarchy – tends to result in power for personal benefit at the expense of others. Yet in spreading power among the many – as in a democracy – individual votes no longer matter, and so most voters remain ignorant, biased and misinformed.
We have a dilemma.
Republican, representative democracy tries to split the difference. Checks and balances, judicial reviews, bills of rights and elected representatives are all designed to hold leaders accountable to the people while also constraining the foolishness of the ignorant masses. Overall, these institutions work well: in general, people in democracies have the highest standards of living. But what if we could do better?
Consider an alternative political system called epistocracy. Epistocracies retain the same institutions as representative democracies, including imposing liberal constitutional limits on power, bills of rights, checks and balances, elected representatives and judicial review. But while democracies give every citizen an equal right to vote, epistocracies apportion political power, by law, according to knowledge or competence.
The idea here is not that knowledgeable people deserve to rule – of course they don’t – but that the rest of us deserve not to be subjected to incompetently made political decisions. Political decisions are high stakes, and democracies entrust some of these high-stakes decisions to the ignorant and incompetent. Democracies tend to pass laws and policies that appeal to the median voter, yet the median voter would fail Econ, History, Sociology, and Poli Sci 101. Empirical work generally shows that voters would support different policies if they were better informed.
Voters tend to mean well, but voting well takes more than a kind heart. It requires tremendous social scientific knowledge: knowledge that most citizens lack. Most voters know nothing, but some know a great deal, and some know less than nothing. The goal of liberal republican epistocracy is to protect against democracy’s downsides, by reducing the power of the least-informed voters, or increasing the power of better-informed ones.
There are many ways of instituting epistocracy, some of which would work better than others. For instance, an epistocracy might deny citizens the franchise unless they can pass a test of basic political knowledge. They might give every citizen one vote, but grant additional votes to citizens who pass certain tests or obtain certain credentials. They might pass all laws through normal democratic means, but then permit bands of experts to veto badly designed legislation. For instance, a board of economic advisors might have the right to veto rent-control laws, just as the Supreme Court can veto laws that violate the Constitution.
Or, an epistocracy might allow every citizen to vote at the same time as requiring them to take a test of basic political knowledge and submit their demographic information. With such data, any statistician could calculate the public’s ‘enlightened preferences’, that is, what a demographically identical voting population would support if only it were better informed. An epistocracy might then instantiate the public’s enlightened preferences rather than their actual, unenlightened preferences.
A major question is what counts (and who decides what counts) as political competence, or basic political knowledge. We don’t want self-interested politicians rigging a political competence exam in their own favour. One might use widely accepted pre-existing tests; the Unites States citizenship test, for example, or the same questions that the American National Election Studies have used for 60 years. These questions – who is the current president? Which item is the largest part of the federal budget? – are easily verifiable and uncontroversial, plus an ability to answer them correctly is strongly correlated with the kind of political knowledge that does matter in an election.
One common objection to epistocracy – at least among political philosophers – is that democracy is essential to expressing the idea that everyone is equal. On its face, this is a strange claim. Democracy is a political system, not a poem or a painting. Yet people treat the right to vote like a certificate of commendation, meant to show that society regards you as a full member of the national club. (That’s one reason we disenfranchise felons.) But we could instead view the franchise as no more significant than a plumbing or medical licence. The US government denies me such licences, but I don’t regard that as expressing I’m inferior, all things considered, to others.
Others object that the equal right to vote is essential to make government respond to our interests. But the math doesn’t check out. In most major elections, I have as much chance of making a difference as I do of winning the lottery. How we vote matters, but how any one of us votes, or even whether one votes, makes no difference. It might be a disaster if Donald Trump wins the presidency, but it’s not a disaster for me to vote for him. As the political theorist Ben Saunders says: in a democracy, each person’s power is so small that insisting on equality is like arguing over the crumbs of a cake rather than an equal slice.
On the other hand, it’s true (at least right now) that certain demographic groups (such as rich white men) are more likely to pass a basic political knowledge test than others (such as poor black women). Hence the worry that epistocracies will favour the interests of some groups over others. But this worry might be overstated. Political scientists routinely find that so long as individual voters have a low chance of being decisive, they vote for what they perceive to be the common good rather than their self-interest. Further, it might well be that excluding or reducing the power of the least knowledgeable 75 per cent of white people produces better results for poor black women than democracy does.
Of course, any epistocratic system would face abuse. It’s easy to imagine all the things that might go wrong. But that’s also true of democracy. The more interesting question is which system, warts and all, would work best. In the end, it’s a mistake to picture epistocracy as being the rule of an elite band of technocrats or ‘philosopher kings’. Rather, the idea is: do what democracy does, but better. Democracy and epistocracy both spread power among the many, but epistocracy tries to make sure the informed many are not drowned out by the ignorant or misinformed many.

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